SOCIALES – LA FELICIDAD – Parece que sencillamente caminar la vida no alcanza para vivir, ni mucho menos para ser feliz. En eso coincidieron aquellos que decidieron tomar la felicidad como objeto de estudio; algo que, desde el comienzo del nuevo siglo, parece haberse convertido en costumbre de universidades y especialistas en todo el mundo. Por Analí Macuglia.Esto llevó al surgimiento de una nueva rama de la psicología, conocida como la “ciencia de la felicidad”. Se trata de la psicología positiva, que se dedica al estudio de las condiciones que permiten a los seres humanos alcanzar una vida mejor.
Esta especialidad es la primera en asegurar que para ser feliz no es suficiente ver la vida pasar ni encomendar nuestro bienestar a la suerte. Sólo para comenzar, la nueva psicología esgrime un dato ineludible: el 50% del nivel del bienestar de una persona está muy influenciado por la herencia genética; es decir, que viene predeterminado. Pero la buena noticia es que esto no significa que quienes nacen con una u otra propensión no podrán operar sobre ella: hay un 40% de la felicidad que es resultado de las propias elecciones; lo que deja margen para controlar, mejorar o limitar el 50% que “viene de fábrica”.
El 40% que depende de nosotros es justamente en el campo que hay trabajar, cada día, para vivir mejor. Y también, aunque requiere de modificaciones más drásticas, se debería accionar sobre el 10% restante, que depende de cuestiones objetivas, como el estado civil, las amistades, la residencia geográfica o el nivel económico.
“Hay bases genéticas que predisponen a la depresión o a una mayor vitalidad. Todos tenemos condicionamientos (genéticos, económicos, históricos, etc.) que no elegimos; pero sí elegimos de qué manera vivir a partir de ellos. Y eso, que es lo importante, no es genético, sino construido”, explica Sergio Sinay, especialista en vínculos.
La felicidad de que gocemos será, en buena medida, un producto de los vínculos que creamos y sostenemos, no a l revés. Y un vínculo sólido y real se genera con presencia, mirada, respeto, colaboración, empatía, solidaridad, proyectos comunes, reconocimiento y aceptación de las diferencias. También es bueno mirar el lado bueno de las cosas, ver que no hay mal que por bien no venga, concederte el beneficio de la duda, o simplemente confiar en que llegarás al final del día con estrategias optimistas.
“Pensar demasiado absorbe tus recursos mentales, empeora o mantiene la tristeza, promueve sentimientos negativos, socava la motivación e infiere en la iniciativa”, sentencia Sinay.
“Las personas felices son las que viven vidas auténticas, las que no se preocupan por lo que se usa, por lo que otros dirán de ellas, las que no se apartan de los otros, sino que los respetan, las que tienen en claro sus valores, las que no confunden deseos con necesidades, las que saben que tener y ser no son sinónimos, sino todo lo contrario”.
Fuente: Revista Nueva