La tasa de inflación será inferior al aumento del tipo de cambio, esto generaría un aumento de costos que no podrá trasladarse a precio, por ende, caerá la rentabilidad en las empresas. La tasa de interés negativa a la inflación podría ayudar al financiamiento de las empresas. Se necesita escala para sortear estos problemas.
Por Salvador Di Stefano
Asesor en Negocios, Económico y Financiero
Para el año 2022 la media de las consultoras de mercado espera que la variación del dólar oficial supere a la inflación, más allá de los guarismos, esto implica que muchos insumos provenientes del exterior o locales, pero con cotización internacional tendrán una suba mayor que el costo final del bien colocado en plaza.
Estos problemas se darán mayoritariamente en el sector alimentos, por ejemplo, la leche cuenta con insumos atados a la cotización del dólar oficial, como es el caso del maíz, sin embargo, su producto colocado en plaza tiene una alta dependencia del salario. Una suba del maíz, que no pueda convalidar un aumento en el precio de la leche, le quitará rentabilidad al productor, si su escala es muy baja estará en problemas.
Otro caso similar es el engorde a corral. Los terneros, dada la alta escasez, son muy caros. A esto habría, que sumarle el precio del maíz que podría subir ante una escalada del precio del dólar oficial superior a la inflación, costos en alza versus salarios estancados harán que los mayores precios no se puedan convalidar en el mercado y estemos ante problemas. Los establecimientos de engorde a corral con baja escala tenderán a desaparecer producto de la mala ecuación económica.
Este problema no es nuevo en Argentina, entre los años 2018, 2019 y 2020 la tasa de inflación fue inferior a la suba del tipo de cambio, esto derivó en una fuerte pérdida de rentabilidad de muchos sectores y marcaron años de fuerte descenso en el PBI.
En los años 2018 y 2019 el PBI cayó el 4,6%, con una baja del consumo privado del 9,4%, 10,5% en el sector industria y del 11,5% en el sector comercio. Todo este se vio agravado por una menor cosecha en el año 2018 producto de una sequía muy importante que vivió el país. Para el año 2020 la caída del PBI fue del 9,9%, con una baja del consumo privado del 13,8%, industria 7,8% y comercio 4,5%, aquí pesó el impacto de la pandemia.
Parecidos pero diferentes
Si bien es cierto que en el año 2022 el tipo de cambio subiría más que la inflación, como en los años 2018, 2019 y 2020, notamos diferencias muy importantes.
En los años 2018 y 2019 la tasa de interés era positiva contra la inflación, lo que nos devolvía créditos a tasas muy caras, hoy esto no ocurre, las tasas son negativas contra la inflación y los créditos muy convenientes. El año 2020 lo excluimos del análisis por el impacto extraordinario de la pandemia.
En los años 2018 y 2019 el tipo de cambio era muy alto, algo que se diluyó en el tiempo, en especial con la política de atraso cambiario del año 2021.
En el año 2018 y 2019 la inflación fue del 47,6% y 53,8% anual, tipo de cambio aumentó el 101,4% y 58,4% anual.
En el año 2020 la inflación fue del 36,1% anual y el tipo de cambio aumentó el 40,5% anual.
En el año 2021 la inflación sería del 52,0% anual y el tipo de cambio aumentaría el 21,2%, con una diferencia de 30% que en parte debería recuperarse en el año 2022.
Conclusiones
El año 2022 luce como un típico año par, en donde los gobiernos corrigen los errores cometidos en los años impares (años electorales), y se preparan para realizar una expansión económica el año próximo de cara a las elecciones presidenciales.
Lo que veremos en el año 2022 será una corrección de la brecha de inflación versus tipo de cambio. La consecuencia de un aumento del tipo de cambio por encima de la tasa de inflación es una quita de rentabilidad en muchos sectores de la economía, que no podrán convalidar el aumento de precio de los insumos en el producto final.
Esto se podría ver soslayado, y estamos ante un escenario de fuerte suba de los precios internacionales de los productos que exportamos, pero hay que recordar que el gobierno pretende desanclarnos de los precios internacionales, con lo cual toda mejora de los precios internacionales quedaría para el Estado.
Otra forma de superar este problema sería que los salarios aumenten por encima de los niveles de inflación. Esto no lo vemos en lo inmediato dado la baja rentabilidad de los sectores que generan empleo. El gran crecimiento del sector industrial en el año 2021 se forjó por un aumento en la productividad, ya que no generó un aumento considerable de empleos.
Entre el segundo trimestre del año 2021 y diciembre del año 2019 se destruyeron 931.000 puestos de trabajo, solo aumentaron los puestos de trabajo en el sector público, mientras que descendieron entre los asalariados registrados, no registrados y no asalariados. Los aumentos salariales superaron a la inflación entre los registrados privados y públicos que suman 10,4 millones de trabajadores, mientras que los no registrados y no asalariados que suman 9,5 millones mostraron una fuerte pérdida de poder adquisitivo.
El año 2022 será de ajuste económico, se buscará lograr un mayor equilibrio entre inflación y tipo de cambio. La tasa de interés negativa contra la inflación no ayuda a resolver el problema económico, pero sí a las empresas que deberán afrontar problemas de márgenes de rentabilidad. La escala es fundamental para sortear los problemas de rentabilidad en el año 2022. Habrá que realizar planificación fiscal para reducir la carga tributaria. En este contexto, y con un pronóstico de sequía en el horizonte, será difícil que la economía crezca más del 2% el próximo año.
Si el gobierno ajusta las variables económicas, acuerda con el FMI y baja el déficit fiscal, no sería descabellado que los bonos argentinos, desde los bajos precios actuales, sigan a la suba, a pesar de que la economía tenga un escenario muy ajustado.