Me despedí de mis hijas y de Guillermo, mi marido tomé mi pequeña valija, la cartera, mi libro y partí rumbo a la estación de ómnibus que está detrás del barrio de Retiro. El año pasó y ya llegó otro aniversario de la ciudad de Villa Ocampo, Santa fe. Viajo para reencontrarme con una parte de mi pasado, disfrutaré los festejos.
POR LUCILA OCAMPO
Bisnieta de Don Manuel Ocampo Samanés
El murmullo de la terminal lo hace un lugar distinto, gente que va y viene. El altoparlante aturde llamando reiteradas veces, será mejor mirar en el tablero. Solo faltan cinco minutos. Allí está mi águila dorada, miro en el cartel de frente y leo Clorinda. Es este.
Luego de despachar mi valija y controlar mi ticket de viaje, subo al micro, mi asiento elegido es el número ocho, junto a la ventanilla. Pedí abajo porque son con cama y bastante más cómodo, es un largo camino que tengo por delante además está cerca el baño. ¡Como corrí para llegar puntual!, no tuve ningún impedimento, Dios me iluminó porque de haberme con alguna manifestación, a la que tan acostumbrada estamos, no hubiese llegado. Deseo que no se siente nadie a mi lado, aunque lo dudo, Es para viajar más cómoda.
Ya oigo que el chofer enciende el motor y eso me hace feliz. El brrrr brrr es tan placentero, me persigno, saco mi celular de la cartera y leo la nota de mi amiga Malena, “Lucila que lo pases bárbaro, que disfrutes mucho y saca muchas fotos, beso”, también el de mi prima «Lucila, cuídate mucho a la vuelta voy a dormir a tu casa y me contás todo” y otro de Guillermo, “Lucila, Rosarito ya duerme, te extrañaremos, escribime cuando llegues a Villa Ocampo”. Apago el teléfono y me quedo profundamente dormida.
¿Qué es esto?, ¿dónde estoy?, ¿esta casa de quién es? Miro a mi alrededor esta algo oscuro y veo cuadros, un señor de bigotes y barba larga me resulta cara conocida y esa señora con su abanico también, esos rasgos…, no entiendo nada, veo una puerta y yo la abro, hay una estatua de mármol de carrara, la misma estaba que estaba en lo de mi abuela mamatatana, estoy tan impresionada. En medio de mi sorpresa descubro a dos personas conversando en un gran living estilo colonial con sus sillones Luis xv de terciopelo bordo: ¡mi bisabuelo Don Manuel Ocampo Samanes y estaba fumando en pipa con un diario es su falda! Lo escucho decir:
–Adela, mi querida Adela como Ud. sabe mañana debo regresar a la Colonia Ocampo he venido solo por unos trámites al Banco, mis días se han terminado y encantado de verlos. Me siento tan solo a veces, aunque estoy tan ocupado, ando tanto que por las noches caigo rendido. A veces salgo a dar una vuelta si viera que estrellas no son las mismas, en la inmensidad del monte y en la negrura de algunas noches sin luna. Siento tanta soledad, pero bueno ya basta cuéntame de los niños y los no tan niños y de sus quehaceres.
–Ellos están en sus diversas tareas, los varones en el colegio San José, ellos dos Manolo y Vicente son muy estudiosos, en cambio Emilio no le gusta y Felipe es aplicado, y Rafael tan estudioso como mimado por sus hermanos por ser el menor de todos y las chicas son más hacendosas que estudiosas. Pero son muy compañeras, María Elena es más organizada, María Adela es la más movediza Celina y María Luisa dan un poco más de trabajo
–Añoro a que venga el verano –dice Manuel– para que puedan ir algunos de los muchachos a pasar una temporada conmigo, hay muchas cosas que quiero que aprendan. Estamos trabajando a todo vapor con las cosechas, la papelera, la caña de azúcar, la forestal. Además de administrar la tienda de ramos generales y los papeles de la administración. Eso sí, tendrán que acostumbrarse hace mucho calor es un clima tropical y el sol azota, pero por las noches se atenúa.
-Adelante, señorita, a quien tengo el gusto de conocer –dice Adela
Temerosa me acerco, pero era tal la emoción, que mi voz vibra:
–Lucila Ocampo, la nieta de Vicente
-–Explícame un poco más.
No podía creer que había estado tantas veces investigando sobre ellos y hoy están frente de mí. ¡Cuántas cosas revisé!, fui a varias bibliotecas para que me den información, hablé con familiares y acá están.
-Así es mi querida todo el mundo creo que esto es fácil, si bien tenemos una posición económica holgada y vivimos en esta preciosa casa y podemos darnos varios gustos, pero estamos separados y nos queremos tanto, es tan terrible cuando nos despedimos y siempre estoy esperando al correo para saber de él. Y estoy con el Jesús en la boca allá rondan los guaicurúes.
Una voz insistente me decía
–Señora, por favor, despiértese, Ud. no me dijo que le avisara, ya está en Villa Ocampo.