La sociedad se encuentra en un estado de confusión general. El gobierno propone cerrar exportaciones de maíz para bajar precios, sin ninguna lógica. El campo viraliza su discurso y declara un paro en la comercialización de granos. Nadie explica qué sucede en el campo ni las consecuencias de estas medidas. No al paro, sí al debate.
Por Salvador Di Stefano
Asesor en Negocios, Económico y Financiero
El gobierno nacional cerró las exportaciones de maíz con el objetivo de bajar su precio, esto permitiría que los productos derivados de este insumo, como la carne en sus distintas variantes, leche, huevo, entre tantos otros, puedan bajar de precio.
Lo primero que debería saber el gobierno es que el maíz es un producto transable, con cotización internacional, nadie va a vender un producto a menor precio de lo que vale. Cerrar el mercado es querer tapar el sol con las manos. Cuando lo vuelva a abrir, el maíz valdrá lo que vale en el mundo. También debería conocer que el maíz no vale igual que en el exterior, ya que en Argentina hay un impuesto a los derechos de exportación, en donde el Estado se queda con un 12% del precio del maíz que se exporta. Esto implica que el maíz para el mercado interno, vale menos que en el mercado internacional.
Daría la sensación que el presidente desearía por momentos desacoplarse del mundo, y de esta forma pasar a tener un territorio con productos con cotización propia, y acomodado a sus propias necesidades.
Resulta llamativo que el presidente nos diga que un argentino paga el kilo de asado como un alemán. En primer lugar, los alemanes no comen asado, a los argentinos nos deleita la carne pegada al hueso, en el mundo comen otro tipo de cortes, como por ejemplo el lomo. Les puedo asegurar que en Alemania el kilo de lomo vale como mínimo $ 4.000, algo que en Argentina se consigue por mucho menos. En Uruguay se exportan cortes como el lomo, que terminan subsidiando a cortes como el asado, para que llegue a la mesa de los uruguayos a menor precio. Algo tan razonable, difícilmente se pueda implementar en Argentina.
El gobierno desconoce las reglas de incentivos a la producción, si desearía que los productos derivados del maíz lleguen a los consumidores a menor precio, debería trabajar en incentivar la producción de carnes, huevo o leche. En todos los casos, las producciones de estos alimentos se llevan adelante en ciclos económicos de largo aliento. Por ejemplo, para hacer un novillo de 500 kilos, primero la vaca o vaquillona debe quedar preñada, luego de 9 meses tiene que nacer el ternero sin ningún tipo de complicación, luego hay que destetarlo a los 180 días, y desde ese momento engordarlo unos 320 kilos, a pasto es más lento, y con maíz más rápido pero muy caro. En resumen, el ciclo te lleva 4 añitos.
En un país con una inflación que cada dos años suma el 100%, el proceso de llevar un novillo al mercado transita un período en donde la inflación se ubica en torno del 200% anual. No hay negocios viables con un ciclo económico de 4 años, y una inflación del 200% en dicho período de tiempo. Por otro lado, en Argentina los balances se ajustan parcialmente por inflación, con lo cual muchas veces se paga impuesto a las ganancias por porcentajes superiores al 30%, algo que es confiscatorio.
Si alguien desea objetar este supuesto están en todo su derecho, sin embargo, las estadísticas de mercado nos muestran que nuestro stock vacuno cayó en el año 2019, y que volvería a caer en el año 2020. Si en un negocio el stock cae, es que los actores de mercado lejos de ganar dinero, están perdiendo plata.
La economía se juega entre lo escaso y lo abundante. En los próximos dos años, el destete de terneros será menor a los años anteriores, esto implica menos oferta en el mercado, si la demanda del mercado externo e interno se mantiene constante, es lógico que los precios suban. Si la inflación sigue siendo elevada, es lógico que el hombre de campo deje de realizar novillos que pesan 500 kilos, y hagan animales que pesen entre 360 y 400 kilos, de menor pesaje y más rápida rotación. Esto es una picardía, porque el animal podría seguir aumentando de peso, pero al no cerrar la ecuación económica, hacemos animales de menor peso y baja productividad. No hay ningún incentivo para llevar la producción a mayor peso, que implica más oferta.
Después de relatar estos pormenores del negocio ganadero, el presidente pretende que quien se rompió el lomo haciendo un animal durante 4 años, lo venda a un precio inferior en el mercado interno, solo por obra y gracia del señor presidente.
La suba de la soja en las últimas jornadas es una tragedia para el campo. Por usos y costumbres de nuestro mercado, toda la tierra que se ofrece como arriendo (70% de la producción) tiene un precio ligado al valor soja, sin importar si el productor siembra otro cultivo. La suba de la soja en el mundo, encarece todo el proceso de producción de granos alternativos a este producto en el país. Hacer durante varios años soja degrada la tierra y le quita potencialidad. El gobierno recauda, por la soja que se exporta, derechos de exportación del 33,0% sobre un producto que vale U$S 500 en el mundo, en la Argentina el productor va a recibir U$S 350 dólares oficiales, y si lo convertís a dólar billetes apenas junta U$S 200. Bajo este supuesto, el gobierno recauda más si se produce solo soja, ya que el maíz vale U$S 200 y los derechos de exportación son el 12%. A dólar billete solo junta U$S 110.
Para los que proyectan cifras macroeconómicas, les diría que no vendan la piel del oso si previamente no lo han cazado. El clima le está jugando una mala pasada al campo argentino, difícilmente tengamos una producción de soja de 55 millones de toneladas, podría estar entre las 40 o 45 millones de toneladas en el mejor escenario. El mayor ingreso de dólares al país no será muy importante en la campaña 2020/21.
Dicho todo esto, no estoy de acuerdo con el paro de comercialización que propusieron algunas entidades representativas del campo argentino, hubiera preferido una campaña de concientización sobre la economía agropecuaria. No hay canal de televisión abierta que se informe la cotización de los granos y cereales, el precio de la carne y la leche, o bien se comente la problemática del sector. El agro aporta el 70% de las divisas que el país necesita para funcionar, y representa el 7% del PBI, sin embargo, es soslayado por gran parte de los medios, que se ocupan del tema solo cuando los precios suben.
Si no hay una comprensión de los problemas, difícilmente el gobierno encuentre una solución. El campo debe solicitar como primera medida que la inflación sea de un digito, porque con negocios de ciclos largos, trabajar con alta inflación, te lleva inexorablemente a afrontar dificultades económicas y financieras. En segundo lugar, el campo necesita incentivos fiscales para aumentar su producción, ya sea menos impuestos o líneas de financiamiento de largo plazo y tasas accesibles para poder invertir, repagar el crédito y no fundirte en el intento. En tercer lugar, es necesario una reforma laboral, para flexibilizar los contratos y poder apostar al agregado de valor.
En la Argentina de todos los días, la inflación es del 100% cada 24 meses, las tasas de interés son desorbitantes, no hay crédito de largo plazo, y la ley laboral es de la época del paleozoico.
Hacer un paro, es mimetizarse con las prácticas no deseadas por la mayoría de los argentinos que desean producir. Cortar las rutas, tampoco es una medida a imitar. Concientizar a la población de lo que significa trabajar el campo es el camino, hacer docencia para que la clase política conozca las dificultades que atraviesa el sector es una prioridad. El presidente tomo el camino más corto, desacoplarse del mundo para crear un mercado en donde los precios deben ser de su agrado.
Los productos tienen un costo directo e indirecto, más una tasa de rentabilidad. Los costos directos son los que impactan en el desarrollo del producto. Los costos indirectos están representados por los gastos de estructura para llevar adelante el emprendimiento. Quien lleva delante el emprendimiento desea tener una tasa de rentabilidad razonable después de impuestos. Porqué el gobierno no se pregunta ¿por qué somos tan caros para producir?, ¿por qué los salarios son tan bajos? Echarle la culpa a otro es el camino más fácil. El campo debe trabajar en convencer, y si su estrategia da resultado, seremos muchos los que vamos a ganar. Con menos inflación y mayor capital invertido los salarios no serán tan bajos como ahora, y no nos vamos a quejar del precio del maíz.
Hablamos del campo y no pedimos devaluación, solicitamos inflación de un digito y reglas claras para generar riqueza, así ganamos todos. El campo y la ciudad.