Aniversario N° 170 de la muerte del Libertador General San Martín

El recuerdo de un nuevo aniversario de la muerte del General José de San Martín nos invita, otra vez, a reflexionar.

bernardoPor Bernardo Villalba

Hoy más que nunca, en este período que recordamos el bicentenario de la gesta patriótica, debemos resaltar  los valores de este prócer que lo hicieron trascender en la historia como el “Padre de la Patria”.

En el contexto histórico de su época sobresalió por su inteligencia, valentía, nobleza, grandeza y profunda humanidad, entre otras cualidades.

Podríamos detenernos en cada aspecto de la vida de este hombre , nacido en Yapeyú,en tierras guaraníticas: un visionario, un estratega, pero, por sobre todo, un ser humano íntegro y cabal. En tal sentido, hay que destacar su visión estratégica que obligó a los congresales de Tucumán a Declarar la Independencia para poner en marcha su Plan Continental y libertar así, a tres pueblos de la América del Sur. Representaba esto un doble desafío: enfrentar al poder imperial en notoria inferioridad de condiciones objetivas y, además, plantear la gesta emancipadora en un terreno imponente, como el de la Cordillera de los Andes. Emprender semejante acción necesitaba de convicción y de coraje, además de un talento militar que lo había ya destacado en España, y pudo demostrar liderando y concretando una gesta que aún hoy resulta admirable y hasta incomprensible en su real magnitud. Fue necesario, además, contagiar ese sueño, esa utopía de la Independencia y de la unión de los pueblos americanos, superar la resignación con fe y con sustento en una profunda fortaleza moral y espiritual.

En este aspecto San Martín adquiere una dimensión inigualable. Resignó los honores personales para asegurar la causa a la que entregó sus mejores años y hasta su quebrantada salud. Fue coherente en todos sus actos y de ello también da fe la historia cuando refleja su decisión de partir para no involucrase en luchas internas que ensangrentaban a la naciente Nación.

Dejó, también, San Martín un testamento político fundamental que debemos rescatar hoy con más fuerza que nunca y debe convertirse en prioridad desde el Estado y hasta el último habitante de la Patria. Decía que “la ilustración es más poderosa que los ejércitos para sostener la independencia”, reivindicando así la importancia y la trascendencia que adquiere la educación para el desarrollo integral de un pueblo, de una Nación.

Hoy, cuando el avance de la tecnología borra las fronteras geográficas y desdibuja los valores que definen la identidad nacional, la educación como política de Estado consustanciada con los valores de la formación democrática, la participación activa, la solidaridad social, la honestidad, el trabajo, el respeto, la verdad, la tolerancia, la justicia, debe ser los pilares sobre los cuales cimentar y edificar nuestro futuro.

Un futuro que sólo será posible si actuamos con responsabilidad y con grandeza. Si ejercemos, en fin, los valores que distinguieron al Gral. San Martín y que lo mostraron como un padre ejemplar, que educó a su hija con el ejemplo y con las Máximas que condensan una idea de familia que también forma parte de nuestra identidad y no podemos permitir que se tergiverse y se derrumbe.

Decía San Martín: “Divididos seremos esclavos, unidos estoy seguro que los batiremos: hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra con  honor”.

En este sentido debemos  construir un sueño colectivo, más allá de las diferencias naturales que bullen en toda sociedad. No es una utopía convencernos que podemos ser los hacedores de construir el presente y el futuro que queremos para nuestra escuela, nuestra comunidad y nuestro  país. Sólo  lo lograremos con compromiso, con fe y convicción, desde el lugar que ocupamos en la sociedad. Conocemos y sabemos bien de logros alcanzados a partir del trabajo conjunto, guiados por el impulso de tener una comunidad mejor, más armónica, más desarrollada, más justa.
Esta efeméride que nos marca el calendario debe servirnos para replantearnos nuestras obligaciones en este tiempo, asumir nuevos desafíos que nos permitan seguir caminando hacia el objetivo que perseguimos, volver a hacer de la Escuela el ámbito donde se cultiven y ejerzan desde los docentes, los niños y los padres, los valores que nos dignifiquen como personas y como sociedad. El modelo sanmartiniano se levanta ante nosotros como un espejo donde mirarnos y desde donde recobrar las fuerzas, vencer el facilismo, la resignación, la mediocridad y la ignorancia e imaginar el futuro venturoso y feliz que soñó el Padre de la Patria.
 
Bernardo René Villalba