En medio de la cuarentena y la crisis inédita que asoma, a causa de la parálisis económica desde el 20 de marzo pasado, en Santa Fe se hizo visible el enojo del jefe de la Policía de Santa Fe, Víctor Sarnaglia con el ministro de Seguridad, Marcelo Sain.
Lo que detonó el fastidio de Sarnaglia fue que no lo convocaran a una reunión en la que se analizó el llamado a licitación para la compra de armamento para la policía. El jefe de la fuerza cree que el ministro le recorta su poder en la función y que está actitud viene desde hace tiempo. Se lo contó al gobernador cuando lo llamó luego de que su bronca trascendiera a través de algunos periodistas por las redes sociales.
Es imposible diseñar una política de seguridad si el ministro del área no se habla con el jefe de la Policía.
La colisión entre dos personalidades fuertes, como la del ministro de Seguridad y la del Jefe de la Policía, abre un capítulo novedoso en la política santafesina, cuyo final está por ahora amortiguado por la pandemia, pero que será el gobernador el que encuentre alguna salida, si la hay.
En la campaña electoral, el gobernador repetía en cada intervención que su esquema en la policía se iba a estructurar en base a un jefe fuerte y 19 titulares de unidades regionales. “Cómo puede ser que nadie conozca al jefe de la policía”, se preguntaba en ese periodo proselitista para criticar la gestión socialista. Lo eligió a Sarnaglia para conducir la policía, pero a su vez lo designó a Marcelo Sain al frente del Ministerio de Seguridad, un área crítica, azotada desde 2013 por una violencia que derramó de los conflictos territoriales entre bandas narco que puso al tope de la agenda el problema de la inseguridad.
El peligro que aparece en el horizonte es que estas pujas de poder no repercutan ni repartan aliados y enemigos en el resto de una fuerza que tiene 21.000 agentes, que hasta el decreto que instauró la cuarentena enfrentaban otra pandemia, la de la inseguridad.
Gentileza: aire de santa fe