Peleas por la herencia

VILLA OCAMPO – NOTA DE OPINION – La muerte del ser querido que podría convertirse en un momento de unidad de quienes participan de la misma sangre, marca el inicio de un calvario de enfrentamientos, acusaciones, rabias, por un puñado de dinero, por un edificio o unas tierras, por cosas materiales que duran lo poco que puede durar una vida.No es fácil evitar estos problemas. Si la herencia toca a viarias personas, basta con que una de ellas tome una actitud ambiciosa o de desprecio hacia los demás para que empiece la tormenta.

Los argumentos en este tipo de conflictos son muy válidos. “El abuelo quería esto”. “El testamento no está claro”. “Yo fui el único que cuidó de mamá cuando estaba enferma”. La lista podría multiplicarse, pues las situaciones son muy variadas. Cuando el conflicto explota, la rabia, tal vez el odio, penetra en los corazones. Unos hermanos que parecían unidos ahora se acusan mutuamente.

Hay cosas en los que, de verdad, uno tiene todo el derecho del mundo de reclamar su parte en la herencia. Por respeto al difunto, por el bien de su familia. En estos casos, y ante algún pariente realmente injusto, a veces no queda más remedio que llegar a reunir un tribunal para pedir aquella solución que respete la verdad, que promueva la justicia. En estos casos, sin embargo, aunque parezca difícil, uno puede hacer el esfuerzo por superar rencores, por distinguir entre el momento de los jueces y el de la vida familiar y el respeto a las personas.

También a quien no lo merecía: sigue siendo de la misma familia, comparte la misma sangre. El dinero tiene su importancia. Pero sería triste que por culpa del dinero se perdiesen otros valores, como la unidad de los hermanos, hijos y nietos, la serenidad del corazón, el desprendimiento de lo material, el amor que nos hace pensar antes en los demás que en uno mismo. es triste ver como los hermanos se denuncian y llegan a enfrentarse duramente por cuestiones económicas.

Un joven abogado que tenía que afrontar este tipo de situaciones decidió: nunca pelearse con sus hermanos por problemas de dinero.

Ceder no es fácil cuando uno ve que, en justicia, no consigue la parte de la herencia que le correspondería. Pero puede darse ocasiones en que a pesar de tener toda la razón, uno ceda por un bien mayor: la armonía y la unidad de la familia. Quizás este pueda ser el mejor homenaje que podamos ofrecer al familiar difunto. Fue él quien, por designio de Dios, nos recibió a la vida, buscó unirnos como familia, trabajó por nuestro mantenimiento y ahora nos deja una herencia para afrontar el futuro con algo más de holgura.

Lic. Nilda Edis Martinazzo – Miembro de GEPLAV