Así prometió el Gobierno este viernes a la comunidad aborigen. El martes instalarán la electricidad en la aldea y comenzará a funcionar en forma provisoria un aula satélite.
Después de más de diez años de indiferencia y de desoír el reclamo de las 26 familias que viven en la comunidad guaraní Chafariz, el Gobierno provincial se hizo presente este viernes y anunció que construirá un puente peatonal para que los 46 niños de la aldea ya no tengan que cruzar el arroyo para ir a la escuela. Mientras tanto, habilitarán un aula satélite dentro de la comunidad mbya que, por primera vez, accederá a la conexión eléctrica.
El cacique de Chafariz, Vicente Méndez, destacó que aceptaron la creación del aula satélite como solución provisoria y mientras dure la construcción del puente peatonal, pero que los alumnos quieren regresar lo antes posible a la Escuela 905, la institución de la que se sienten parte, junto a sus compañeritos y maestros.
“Estamos muy ilusionados con los anuncios del Gobierno, nos dijeron que el lunes comenzará la construcción del puente peatonal y el martes nos bajarán la luz en la aldea. El aula satélite comenzará a funcionar a partir de la próxima semana y, mientras dure, serán los docentes (dos maestras de grado y una del Nivel Inicial) los que deberán cruzar el arroyo”, contó el cacique.
Remarcó además que la comunidad aborigen pide un puente en el que también pueda cruzar una ambulancia u otro móvil porque, en la actualidad, hasta los enfermos deben pasar por el arroyo para ser atendidos por los médicos que los esperan del otro lado o, en su defecto, recorrer 50 kilómetros por un camino en mal estado para acceder al hospital de San Vicente.
“Nos dijeron que por un lado harán un puente peatonal y por otro un bajo para cruzar autos… queremos creer que cumplirán con estas promesas. Los funcionarios de Vialidad nos dijeron que van a trabajar hasta los fines de semana para terminar lo antes posible y estimaron que en dos semanas estará listo el puente peatonal para que los alumnos regresen a la Escuela 905”, contó el cacique.
Carencias en el paraíso
La Escuela 905, con paredes de madera de esta escuelita que en 2010 dejó de ser aula satélite contienen a 107 alumnos de primaria y 42 de secundaria de sonrisa fácil y al principio un poco tímidos. El patio -sin techo y sin piso- es como un balcón desde donde se puede disfrutar de un gran valle de múltiples verdes y marrones. Incluso se ven algunas de las plantaciones de la comunidad mbya Chafariz.
Cabecitas de cabellos amarillos y oscuros se integran en las aulas, el patio y el comedor de la 905 donde los niños acceden al desayuno, al almuerzo y merienda bajo la mirada atenta y cariñosa de Danila, la gran cocinera que paga la cooperadora de padres.
Los varones más chicos prefieren el fútbol y las bolitas; las nenas juegan en los árboles y a la tocadita. Los adolescentes que cursan el primero y segundo año de secundaria (tercer año se dicta por la tarde) optaron por jugar al vóley todos juntos.
Las familias de Chafariz viven en extrema pobreza, pese a que la comunidad es propietaria de las 104 hectáreas en las que vive desde hace más de 48 años. “Nunca tuvimos luz eléctrica, aunque el tendido pasa a sólo 700 metros de nuestra aldea. Nuestras casas son muy precarias, construidas con barro y hojas porque nunca logramos que Asuntos Guaraníes nos ayude”, detalló Vicente.
Dos semanas sin clases para los más chicos
Dos semanas de clases perdieron en octubre los nueve alumnitos guaraníes que van al Nivel Inicial y los que cursan los primeros grados de la primaria. Es que para no poner en riesgos sus vidas, dejaron de cruzar el arroyo Chafariz desde que este creció por las lluvias. En la actualidad, el ancho del arroyo supera los 26 metros.
“Imagínense todos los días de clases perdidos, cuando vuelvan tendremos que retomar un montón de contenido que ya vieron sus otros compañeritos. Esto se hace más difícil con los de primer grado que están en pleno proceso de alfabetización”, destacó la maestra, Ermelinda Paniagua, que está al frente del plurigrado de cuarto y quinto por la mañana y primer grado por la tarde.
“Meli”, como la llaman todos, vive al lado de la escuela y es quien recibe cada mañana a los alumnos mbya. “Son los primeros en llegar a la escuela, a veces más de media hora antes de la hora de entrada. Los espero con agua para que se laven porque a veces, llegan sucios de barro después de cruzar el arroyo. Tenemos guardada ropa seca para ellos, porque llegan mojados y en invierno sufren frío. La verdad es que lo que hacen cada día para llegar a clases es lo más difícil que me tocó enfrentar en doce años de docencia”, confesó la maestra que conoció la Escuela 905 por una suplencia y desde entonces, hace ya diez años, no se fue más.
“Creo que el día más feliz de mi vida será cuando construyan el puente, cuando vea a mis alumnos llegando secos y seguros a la escuela todos los días”, enfatizó la maestra.
Sustos y pérdidas materiales
Pese al riesgo diario, nunca nadie se ahogó en el arroyo. “Una vez, hace unos tres años, a un papá lo arrastró la corriente y se quedó prendido de un sarandí en la isla que está en medio del arroyo. Ahí esperó casi medio día hasta que lo pudieron rescatar”, recodó el director, Diego Carballo.
Sin embargo, el arroyo se llevó en numerosas oportunidades los útiles de los chicos, “los más grandecitos cargan en una o dos mochilas los útiles de los más chicos y en varias oportunidades la corriente se llevó las mochilas con todos los cuadernos y los maestros tenemos que ayudarles a hacerlos de nuevo porque sus compañeritos no quieren prestarles los suyos por temor a que también los pierdan en el arroyo”, recordó “Meli”.
Según destacó el director, “el puente es la única solución, hemos probado con balsas… pero la correntada es muy grande y se lleva todo”.
Sólo resta esperar que el Gobierno cumpla el compromiso asumido.
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