ENTREVISTA – “No puedo separar la voz del cuerpo”, dice Adriana Frodella, actriz y docente desde hace 10 años en Talleres de Teatro de La Mutual.Para Adriana, la voz se concibe como una “proyección del cuerpo y no es solo un sonido, un matiz, sino una cuestión de identidad”. Entonces, explica el hecho de que “haya voces más tristes o más alegres tiene que ver con historias de vida” e insiste: “no se puede separar la voz del cuerpo”.
Pese a lo dicho ella sabe que se entrena y que esto permite “conocer las posibilidades que uno tiene buscando anclajes, apoyos, para liberarse de los prejuicios y entender que cualquiera puede hacer teatro”.
“En la actuación no se trata solo de decir el texto. La idea es que ese texto llegue al otro multiplicado, que reciba todo lo que pienso, lo que imagino”, dice y agrega: “el músico tiene un instrumento separado de sí mismo. En cambio, en el actor, él es el instrumento, se tiene que hacer sonar a sí mismo”.
Adriana reconoce que en un punto altísimo del uso de la voz en la actuación estuvo marcado por el radioteatro. “Actualmente la imagen es muy fuerte, pero en la voz aparece la carga actoral”, expresa y cuenta que a Juan Hessel, el director de “Mal de Ojo”, la obra en la que ella actúa, no le resulta indispensable ver una función para evaluarla. Le basta con escucharla desde detrás de los cortinados.
De hecho, lo primero que le pidieron a Adriana para ingresar en el mundo del teatro estuvo relacionado con su voz. Ella tenía 17 años, vivía en Gualeguaychú y trabajaba en una panadería que, entre sus clientas, contaba con una señora que organizaba funciones. ¿Vos querés actuar? A ver, cantá algo, le pidió un día la mujer. Adriana aceptó el convite y se llevó de premio un papel en el “Conventillo de la Paloma”, su primera obra sobre el escenario.
Desde ese día, la relación entre su voz y su cuerpo se han vuelto inseparables; al punto de que cree que “la voz es como un brazo, se puede abrazar con ella”.
Fuente: Manolo Robles (columnista de la revista Una Mano)