Acción cooperativa a nivel local

NACIONALES – NOTA DE OPINIÓN – En aquellos lugares donde hay trabajo y desarrollo generado en forma cooperativa, a los pueblos les va mejor, hacen más llevadera la vida y la distribución de la riqueza es más equitativa. Por Eduardo H. Fontenla.En los lugares donde actúan este tipo de entidades, hay más desarrollo socio-territorial, más empleo digno y los jóvenes tienen mejores oportunidades productivas y laborales para quedarse en los lugares de origen donde, en general, quieren vivir.

Las acciones de las cooperativas benefician principalmente a sus asociados, dado que no son nada sin ellos. Pero a su vez, elevan el nivel de vida de las comunidades y de la región donde funcionan.

Las cooperativas agropecuarias, con su presencia, marcan pautas al mercado y lo hacen más transparente. Este servicio o bien intangible de su accionar no sólo favorece al productor asociado, también, impacta, beneficia y es tomado como referencia por todos los productores de la región.

Las cooperativas constituyen un instrumento organización que permite resolver necesidades que individualmente no se pueden solucionar o que implican mayores costos. Emplean una lógica empresarial que permite defenderse, funcionar y actuar en el mercado en condiciones de grande a aquellos que tienen recursos o escala de pequeñas y/o medianas dimensiones. Es decir, permite a los pequeños funcionar en el mercado como grandes.

Tienen una preferencia por los productores de pequeñas y medianas dimensiones o pymes, lo que no significa una antinomia con las empresas de grandes dimensiones económicas, sino una oportunidad e igualdad de trato para consolidación y desarrollo de la agricultura familiar. Es decir, distintas realidades y necesidades pueden coexistir en un ambiente organizacional que toma la diversidad para promover soluciones originales solidarias, equitativas e inclusivas.

La unidad se logra por la aceptación de los valores y principios y no significa uniformidad. Para esto es imprescindible mantener la integridad, entendida como la coherencia entre los postulados y los actos. La falta de integridad es detectada rápidamente y abre la puerta al escepticismo, un componente destructivo de las empresas cooperativas. Por lo tanto, no es necesario pensar igual para poder trabajar juntos y asociativamente.

Las cooperativas tienen un fuerte anclaje e identidad local porque responden a necesidades concretas de las personas participantes, a la cultura y a las especificidades propias del sistema productivo de la región, a la par de tener una cercanía cotidiana con sus asociados. También, están radicadas y prestan servicios en localidades o regiones donde a los grandes grupos económicos no les resulta rentable o nos les interesa.

Hoy las cooperativas agropecuarias son una opción de futuro para el agregado de valor en origen, lo más cerca posible de la producción primaria o del lote, frente al agregado de valor en destino que no contribuye al desarrollo local.

Debemos alertar sobre la situación de los productores de pequeñas y medianas dimensiones frente a una industria concentrada en pocas manos, que le saca previsibilidad al productor, lo torna excesivamente dependiente y lo convierte en mano de obra barata, sin capacidad de decisión.

En el interior de la Argentina podemos citar muchos casos de integración en que las cooperativas realizan procesos agroindustriales y/o agroalimentarios exitosos que generan un importante desarrollo a nivel local, incluyen y le permiten al productor participar tanto en los beneficios de la cadena, como de los excedentes vía los retornos cooperativos según la operatoria realizada.

Un ejemplo, entre varios que se pueden citar, es la fábrica aceitera de Agricultores Federados Argentinos Coop. Ltda., (AFA) una cooperativa de primer grado de prolongada trayectoria, con sede central en la ciudad de Rosario, que tiene su planta procesadora de aceites en la localidad de Los Cardos, en la provincia de Santa Fe. Esta planta, a la par de beneficiar al productor, es una oportunidad de empleo permanente y buena remuneración para 51 personas que viven en pequeños pueblos.

Estos son los modelos de desarrollo que necesitamos pensar en profundidad, construir y multiplicar. Si no, esos jóvenes egresados de las escuelas técnicas tienen que migrar a otras ciudades porque no tiene posibilidad de empleo a nivel local/regional y así se pierden los mejores talentos para la región.

A su vez, las formas asociativas cooperativas y de trabajo son una especie de paraguas para los jóvenes en desventaja socioeconómica que quieren emprender y aumentar la empresarialidad en la nueva ruralidad, ya que favorecen el arraigo por falta de oportunidades o por pequeña escala productiva y por ende contribuyen a ocupar mejor el territorio.
Esta práctica asociativa no sólo se da en el sector agropecuario, sino está presente en todas las ramas de la economía. Hoy muchos pueblos y pequeñas ciudades poseen servicios eficaces, eficientes e inclusivos por el accionar de las empresas cooperativas.

Eduardo H. Fontenla: Licenciado en Cooperativismo y Licenciado en Ciencia Política y Gobierno.