El atentado que sufrió la Vicepresidenta de la Nación contra su vida generó el repudio de casi todo el arco político de la Argentina y parecía que nos encaminábamos hacia la unidad de los argentinos, que trascienda claramente los posicionamientos y discursos intransigentes.
Rápidamente, los representantes de las instituciones de nuestro país se reunieron para dejar un mensaje contundente: para la violencia, no hay lugar. Pero además, todos los dirigentes veíamos esta repudiable situación como una oportunidad de frenar con la violencia discursiva y generar ese acercamiento, que permita terminar con la grieta que tan mal nos hace, desde el punto de vista político e institucional, pero también con consecuencias económicas.
Quienes siempre mantuvimos el respeto por el pluralismo y los valores institucionales, no tuvimos dudas al momento de acompañar las acciones urgentes de rechazo al suceso que había sufrido la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Nos pusimos a disposición y esperamos ese llamado del presidente de la Nación que nos convoque a clamar unidos y juntos por la paz entre los argentinos.
Lamentablemente, esa convocatoria nunca llegó y lo que debía ser una condena unánime de toda la Argentina contra un acto de violencia institucional, se convirtió -una vez más- en un acto partidario.
Por un momento hubo un leve intersticio de esperanza que nos animaba a pensar en lograr la paz social.
Por el contrario iniciaron, feriado de por medio, una campaña acusando a la oposición, a los medios de comunicación y a la Justicia por lo sucedido, sin hacerse cargo de nada de lo que nos pasa a los argentinos.
No conformes con todo esto, a la ya repetida frase “Cristina no se toca o va a haber quilombo” o “con Cristina no” se agregó la del senador nacional, Presidente del bloque del Frente de Todos, José Mayans: “¿Queremos paz social? Paremos el juicio de vialidad”. Una verdadera amenaza e intimidación contra la justicia, la división de poderes y la democracia argentina.
O nos quieren llevar a la década del 70, donde los conflictos se resolvían en las calles con violencia o a Venezuela, donde una persona maneja el Gobierno, el Congreso y la Justicia.
Con esta actitud desacertada perdimos la oportunidad para fortalecer la democracia. Esa democracia que hace 40 años abrazamos, porque traía consigo la mayor necesidad de los argentinos: el respeto por la vida y el respeto por las instituciones de nuestro país.