La intervención del Estado en el mercado de la carne no llegará a buen puerto. La oferta de cortes a precios más bajos es escasa, limitada geográficamente y no resuelve el problema de fondo que es la falta de inversión. Parece que el gobierno no tiene un militante ganadero o carnicero.
Asesor en Negocios, Económico y Financiero
El gobierno nacional realizó un acuerdo con exportadores para que la población tenga acceso a cortes de carne a menor precio, dicho acuerdo implica un total de 6.000 toneladas de carne mensuales. Lo que nadie ha comentado es que el consumo en Argentina asciende a 2.275.000 toneladas anuales. Esto implica que el acuerdo ascendería a 72.000 toneladas anuales, lo que implica el 3,2% del consumo anual de la Argentina. Para ponerlo en otra perspectiva, consumimos unos 50 kilos per cápita, y el acuerdo equivale a 1,6 kilos per cápita.
El problema no es solo la cantidad, sino dónde se localizaría la oferta, ya que llegaría solo a algunas poblaciones puntuales, y el interior del país quedaría fuera del acuerdo.
Es bueno saber que la mayor parte de la población accede a la compra de carne vacuna a través de las carnicerías, 1 de cada 3 personas lo hace en supermercados. Por lo tanto, la oferta de carne a precios más bajos es escasa, en canales poco utilizados por la población y focalizado en pocas zonas geográficas.
El gobierno nacional, en lugar de realizar acuerdos sectoriales, debería saber porqué sube el precio de la carne, y en buena medida este mayor valor está dado por la falta de incentivos a la inversión en dicho sector. Argentina no tiene política ganadera, y esta crítica se extiende a todos los gobiernos que precedieron a Alberto Fernández. La crítica no es parte de la grieta.
Durante al año 2020, el sector ganadero comenzó a realizar una liquidación de vientres muy importante, esto se debió a la falta de rentabilidad del sector, que obligó a los productores a desprenderse de vacas para sanear sus cuentas. El negocio de la cría consiste en tener vacas y vender terneros, este negocio tuvo muy mala renta durante el gobierno de Mauricio Macri, y obligó a que muchos ganaderos liquidaran parte del stock de vacas, esto fue muy nocivo para el sector ya que disminuyó el stock ganadero.
El stock al año 2019, medido con datos al año 2018, ascendió a un rodeo de 55,1 millones de animales. Este stock cayó a 54,5 millones de animales en el año 2020, y podría descender a 54,1 millones para el año 2021. Como se puede apreciar hay menos animales en el campo.
Al mismo tiempo, la faena del año 2019 fue de 13,9 millones de animales, y pasó a 14,2 millones de animales al año 2020. La tasa de extracción se mide entre la cantidad de animales faenados y el stock, en el año 2019 dicha relación fue de 25,3%, y este año que termina fue del 26,1%. Cuando la tasa de extracción es superior al 25% eso implica que vamos a un escenario de pérdida de stock, por ende, para el año 2021 creemos que el stock volvería a descender a niveles de 54,1 millones.
Otro dato interesante es que en los últimos años el stock de vacas ha descendido, para el ganadero la vaca es un bien de capital, ya que es la que provee al ternero. Mientras que en el año 2019 el stock de vacas era de 23,5 millones, en el año 2020 fue de 23,0 millones. Esto revela que a futuro podríamos tener menos terneros.
Respecto a los terneros, hay que destacar que el nivel de eficiencia de la ganadería es muy bajo, solo el 63,5% de las vacas proveen un ternero, esto se debe a la falta de rentabilidad del sector que no invita a invertir para obtener mayor productividad. Para el año 2021 se esperan menos terneros en el mercado, producto de la caída en la cantidad de vacas que reza el stock ganadero. Para el año 2022 esta baja se podría pronunciar, no solo por una caída del stock de vacas, también impacta el mal clima que afectó al estado corporal de las vacas, que traería como consecuencia una menor parición.
En un escenario en donde los terneros que nacen son cada vez menos, estimando una parición cercana a los 14 millones de animales en el año 2021, y una faena que excedería dicho nivel, es claro que la oferta está por debajo de la demanda, y los precios ajustarían a la suba.
Respecto a las exportaciones, es cierto que Argentina este año exportaría casi un millón de toneladas de carne, concentradas en un 75% en venta de carne a China, esto le reportaría al país aproximadamente U$S 3.000 millones, que representa el 7,5% del stock de reservas, el 5,5% del total de las exportaciones y el 24% del saldo de la balanza comercial. Esto implica que no se pueden cerrar las exportaciones de carne por factores geopolíticos y la alta necesidad de dólares de nuestra economía.
El precio de la carne surge del valor del ternero, más el alimento necesario para llevar a dicho ternero de 180 a 400 kilos. Si en Argentina hay menos terneros y menos maíz, eso traería como consecuencia un mayor valor de la carne en el mostrador.
Un animal de 400 kilos vale $ 160 el kilo en el mercado de Liniers. Cuando va a faena se recura el 57% del animal en pie, por ende, el precio en gancho sube a $ 281. A ese valor hay que cargarle la ganancia del abastecedor y el carnicero, con lo cual podría quedar a un precio cercano a los $ 400 el kilo al consumidor. Pero atentos, ese es el valor del kilo de la media res, dentro de esa media res hay distintos tipos de cortes y desperdicios, con lo cual, a partir de ese valor medio, se construyen los precios de distintos cortes, cuyo valor es mayor o menor de acuerdo a la calidad y la demanda.
Recordemos que una carnicería tiene que alquilar el local, pagar la energía eléctrica, sueldos e impuestos que hacen que la rentabilidad del carnicero sea muy escasa y tenga que buscar escala, por ende, hemos visto un proceso de concentración muy grande en el mercado. El carnicero que no venda muchas media res por día, queda fuera del mercado.
Conclusión
Para que baje el precio de la carne se necesita que haya más oferta de terneros, más producción de maíz, mayores exportaciones y una política de beneficios fiscales para alentar la inversión en el sector. El negocio de la carne es de largo plazo, desde que queda preñada la vaca, hasta que nace el ternero y se engorda pasan 4 años, en un país con una inflación del 200% cada 4 años, el negocio se hace inviable. Si a esto le sumamos que durante 4 años no hay ingresos, y hay que hacerse cargo de los costos e impuestos, el negocio es muy malo, una verdadera piedra lunar.
Intervenir para bajar los precios lo único que hace es profundizar el problema, ya que no habrá inversión y esto implica menos cantidad de terneros y maíz en producción, lo que traerá consigo una caída del stock y precios que cada vez serán menos accesibles para el público. Esto viene ocurriendo desde el primer gobierno de Néstor Kirchner a la fecha.
La manía de intervenir los mercados para bajar precios es pan para hoy y hambre para mañana. El gobierno no cree en el libre juego de la oferta y la demanda, en un mercado de competencia perfecta como es la carne.
Esperamos que ante el fracaso de estas medidas el gobierno no termine cargándole la culpa al productor ganadero o los carniceros. Tampoco es solución aumentar retenciones o restringir las exportaciones. Evidentemente en el gobierno no hay ningún militante que haya sido carnicero o ganadero, por ende, se les hace muy difícil comprender que la inversión es el único camino. La carne a futuro seguirá aumentando, congelá un costillar, valdrá mucho más a fin de año.