La economía tendrá que rodar, como mínimo, 3 años para volver al punto de partida pre pandemia. Difícil un escenario de híper inflación y mega devaluación. El clima es una variable incontrolable, una sequía podría cambiar todos los pronósticos. El blanqueo en el centro de la escena, lo anticipamos.
Asesor en Negocios, Económico y Financiero
La economía marcha hacia la apertura post pandemia, se pondrá arriba de la mesa el cuadro de la economía real. Tenemos 3 economías bien diferenciadas:
Los sectores esenciales han seguido marchando con diversa suerte, algunos siguen a paso firme, mientras otros se fueron enlenteciendo con el correr de los meses, el consumo se cayó, y difícilmente se pueda recuperar.
Los sectores no esenciales están atravesando una tragedia, sin consumo a la vista y con flujo de fondos negativos, esperan una transfusión de efectivo para seguir con vida.
Los sectores exportadores no sufren la crisis, las ventas al exterior siguen sin pausa, y solo están presos de los precios internacionales.
Dentro de los sectores esenciales vemos una merma en el consumo de los agentes económicos. Los consumidores se han convertido en un sujeto racional, ya no actúan por impulso y miden todos sus movimientos. La caída en el consumo de la carne, y las ventas en negocios ligados a la alimentación dan cuenta de un primer cambio de hábito. Hemos visto un cambio brutal en la preferencia del consumidor, ya no lo seduce la compra de vestimenta y no puede gastar en recreación y turismo, ahora se enfoca en el arreglo de su hogar, por ello hay un cambio en las preferencias del gasto que se hacen sentir en algunos sectores de la economía que no estaban en el GPS del consumidor antes de la pandemia.
Entre los sectores no esenciales, esperamos una catarata de concursos, en donde algunas empresas cambiarán de manos, y otras quedarán en el olvido. Será un largo camino a la normalidad, el ingreso del consumidor descendió, pero lo más relevante es que la preferencia del consumo cambió, y eso es irreversible.
El sector exportador sigue creciendo a paso firme, el precio internacional de los productos primarios estaría llamado a crecer en el escenario futuro. Estados Unidos está viendo devaluar su moneda, el mix de mayor emisión de dinero, la incertidumbre electoral y un déficit fiscal escalofriante harían que el dólar a nivel mundial deje de brillar. Por otro lado, el yuan está comenzando un proceso de revaluación, su economía se está recuperando, incrementó las importaciones, y está traccionando a la suba al conjunto de materias primas que importa.
Cuando el yuan se revalúa, genera una mayor demanda de materias primas que, por carácter transitivo, mejora la balanza comercial de los países exportadores de materias primas y por ende aprecia sus monedas, no sería descabellado ver al real o al peso chileno revaluándose en este escenario. Esto sería una gran noticia para la economía argentina.
La suba de materias primas como el cobre, aluminio, oro, mineral de hierro y acero está ligada a una mayor demanda de China, pero al mismo tiempo una menor oferta de estos productos en el mercado. Las minas donde se producen han estado cerradas ante la pandemia de coronavirus, y esto dejó un vacío imposible de llenar que se ajustó vía precio.
Las materias primas agrícolas siguen mostrando un stock abundante, sin embargo, la mejora en el precio del petróleo le dio aire a las materias primas que se correlacionan en precio con el oro negro, como es el caso del maíz y la soja. El trigo, en un mundo con más hambre, será más demandado y su tendencia alcista difícilmente se detenga a corto plazo.
Sobre Argentina está el fantasma de la sequía para esta campaña, no está lloviendo hace meses en muchas zonas del país, y los pronósticos climáticos hoy aseguran que no tendremos por delante un año niño (lluvioso), el mejor escenario sería un año neutro, y si es un año niña (escasas lluvias) sería una tragedia para el país. La cosecha de soja y maíz disminuiría entre 10% y 15% en el mejor escenario, serían menos divisas y recaudación fiscal. Mauricio Macri la sufrió en el año 2018, y fue el comienzo de la debacle económica, otra sequía en menos de dos años sería muy complicada para la economía local.
En este contexto, una economía con un PBI que caería entre el 12,5% y 14,5% este año, hablar de la posibilidad de una hiperinflación luce absurdo, cuando la recesión que se avecina es dramática. El 78% de los hogares gana menos de $ 42.000 al mes, no habrá demanda para hacer espiralizar los precios. La recesión no invita a paritarias con fuertes subas, en estos escenarios se privilegia mantener las fuentes de trabajo por encima de los ingresos.
Otro tema común en los medios financieros es el precio del dólar. No parece que, con una gran recesión por delante, la demanda de dólares sea importante, si a esto le sumamos un buen arreglo de la deuda pública, un mundo que desea menos el billete verde y se aprecian las monedas emergentes, no debería haber espacio para una gran devaluación, al menos habrá que contentarse con que el precio del dólar acompañe de cerca a la inflación.
El PBI real quedaría lejos del PBI potencial que tiene el país, el desempleo será muy elevado, y sobraría capacidad instalada. Faltará capital de trabajo genuino para poner en marcha las maquinarias y comenzar de nuevo. El gobierno estaría evaluando un blanqueo de capitales para dinamizar la economía. Lo vemos como una muy buena alternativa y ojalá tomen la propuesta que realizamos en abril pasado, 3 meses más tarde recién la están evaluando.
Conclusión
La economía quedará muy dañada, volveríamos al PBI del año 2019 recién a mediados del año 2023, un retroceso económico muy elevado. Solo una fuerte suba de las materias primas que exportamos podría devolvernos más rápido al punto de partida de la crisis.
No vemos en el escenario hiperinflación y tampoco mega devaluación. Sí estamos sumamente preocupados por los efectos no deseados de una sequía en el territorio nacional. Un efecto pobreza de semejante magnitud obligaría al gobierno a tomar medidas excepcionales, allí la devaluación y la inflación podrían jugarnos una mala pasada.
Ante un escenario con variables incontroladas, nada mejor que cerrar la problemática de la deuda pública lo más rápido posible, de esta forma podríamos contar con financiamiento para morigerar los problemas o potenciar la salida.
Mientras el gobierno prepara un plan para incentivar el consumo, debería prestar más atención a la exportación e inversión, única alternativa a la salida económica del país.