La globalización es tan antigua como el hombre, los chinos no son tan malvados, no podremos sobrevivir sólo con lo esencial y la solución estará en el propio capitalismo.
Mauricio Llaver escribe sobre esos temas mientras espera, como todos, que aparezca la vacuna que nos retorne a la vida normal:
«El coronavirus nos ha traído imágenes de una Venecia más limpia, de animales que reaparecen en el planeta, de profetas del fin de la globalización y de entusiastas que se relamen con el fin del capitalismo.
También de muchos que, con toda buena intención, invitan a reflexionar sobre cómo se puede vivir “sólo con lo que se necesita”, y de quienes creen que todo es una patraña urdida por los “poderes de turno”. Lo cual va desde una China astuta que quiere conquistar el mundo hasta “los grandes laboratorios”, que supuestamente generaron el virus para enriquecerse obscenamente cuando hagan aparecer la vacuna mágica.
De todo eso están llenos las redes sociales y los portales de noticias, con sobreabundancia de matices. Pero para analizar mejor lo que ocurre conviene remitirse a los hechos desnudos y atravesar la hojarasca de la ideología, los deseos o las frustraciones. Es una mejor manera de prever un futuro que amenaza muy complicado para todos.
Veamos:
La “globalización” no es un fenómeno del “capitalismo explotador” sino una pulsión del ser humano desde su propio origen, desde mucho antes de que existiera el propio capitalismo. El Homo Sapiens original partió desde África y terminó llegando hasta Australia y Tierra del Fuego, siempre buscando el más allá. Los romanos conquistaron la Europa y la civilización mediterránea de entonces, y los españoles y portugueses llegaron hasta aquí con todo lo bueno y lo malo que tenían. Y ni hablar de nosotros, que llegamos hasta la luna. El impulso expansivo ha existido desde siempre: lo que ha cambiado es su velocidad.
El gran antecedente de la actual pandemia es la “Peste Negra” o “Peste Bubónica”, que asoló a Europa en el Siglo XIV (a partir del año 1347). Se cita frecuentemente que liquidó a la mitad de los habitantes del continente, pero no se pone tanto énfasis en que provino de Asia, cuando todavía no existían ni el capitalismo ni los laboratorios farmacéuticos.
Si alguien piensa que los chinos crearon el virus a partir de un plan mefistofélico, es bueno observar que su propia economía cayó un 6,8% en el primer trimestre de 2020, su primera caída en cuarenta años. Y que, considerando la recesión que van a sufrir sus mercados foráneos y sus fuentes de materia prima, van a estar entre los más perjudicados por la pandemia.
Se cita mucho el argumento de que se puede vivir con muchas menos cosas de lo que consumimos habitualmente, lo cual es cierto. Pero pidámosle su opinión a todos los que se están quedando sin trabajo, desde los que hacen productos gourmet hasta los obreros de las fábricas de automóviles de lujo. ¿Pueden vivir 7.000 millones de personas sólo con lo que está a mano? ¿Y qué van a hacer los que queden afuera de la rueda del consumo no esencial? ¿Mendigar o asesinarse entre sí hasta alcanzar un equilibrio malthusiano, en el que sólo unos pocos puedan vivir de los escasos bienes que se van a producir?
Sigo con las bucólicas imágenes de Venecia vacía y de ciervos impávidos mirando altares de catedrales sin gente. Son muy bonitas, pero me pregunto para qué estarían si no se las pudiera disfrutar. El concepto de cultura nació cuando el ser humano logró dominar a la naturaleza y cuando fue capaz, entre otras cosas, de crear ciudades como Venecia o de construir catedrales. Obvio que habrá que repensar fuerte cómo cuidar mejor el planeta (y todo lo que ya hemos construido en él) pero cuidado con la idea de que hay que volver a una supuesta edad dorada en la cual la naturaleza nos dominaba a nosotros.
Esta es una de las crisis más paradójicas de la historia, porque la solución está en el perfeccionamiento de lo que muchos critican: el propio capitalismo, es decir un sistema económico que permite la inversión de empresas e individuos que –oh descubrimiento- buscan ganar dinero. Si algo deseamos profundamente en estos días es que todos los “ambiciosos” que sacan un crédito para ponerse un quiosco, cambiar el auto o hacerse un viaje, lo vuelvan a hacer rápidamente. Esa gente genera riqueza y trabajo, que es lo que más desesperadamente vamos a necesitar en los próximos años.
La otra paradoja es que las mayores críticas al capitalismo y al mayor de sus símbolos –los Estados Unidos de América- circulan a través de sus propias creaciones. Léase Google, Facebook, Instagram, Twitter, Whatsapp… y sigue la lista. Y que la mayor empresa de ventas online (el recurso del momento) fue creada por el hijo de un cubano exiliado en los Estados Unidos (Jeff Bezos, Amazon). Hacerse el anticapitalista y antiyanqui por redes sociales es el mayor reconocimiento implícito de las bondades de ese sistema y de la vitalidad de su país más icónico. Como decía Aristóteles, que en la Argentina era principalmente parafraseado por Juan Domingo Perón, “la única verdad es la realidad”.
La solución a esta crisis llegará cuando alguno de los laboratorios farmacéuticos, que hoy está invirtiendo millones y millones de dólares, logre encontrar una vacuna contra el coronavirus. Detrás de ella iremos corriendo todos, incluyendo todos los anticapitalistas de este mundo y probablemente los “antivacunas”, tan callados en los últimos tiempos. Y si alguno sigue deseando un apocalipsis suicida que termine con el capitalismo, le sugiero que se mude a Venezuela, donde están atravesando un apocalipsis de verdad.