Propuesta al gobierno: Todos los que tengan dólares no declarados, lo podrían incorporar al patrimonio a costo 0 y utilizar para una actividad productiva. Los dólares se canjearían al dólar turista y los compraría el Banco Central. Se podrían aplicar para mejorar el capital de trabajo de las empresas, compra de bienes de uso, rodados, reparaciones, entre otros aspectos productivos.
Por Salvador Di Stefano
Asesor en Negocios, Económico y Financiero tanto de empresas de la ciudad y la región; como de individuos y empresas familiares ligadas al comercio, industria y campo.
La Argentina se ha caracterizado por ser un país que tiene una enorme presión tributaria, y se han derramado litros de tinta al respecto, pero poco se habla de la gran economía informal que tenemos. El ahorro de los argentinos es mínimo, cuando en realidad todos sabemos que hay ahorro en negro y que el activo preferido es el dólar, conocido en la plaza como informal o negro en sus inicios, y últimamente bajo el nombre de blue, lo que le da algo más de glamour.
Según datos al 31 de diciembre pasado los depósitos a plazo fijo en Argentina, tanto en $ como en U$S, representan el 8,1% del PBI, mientras que la totalidad de los préstamos suman el 14,7% del PBI. De esto se desprende que el sistema financiero argentino es un pañuelito.
Según la posición de inversión internacional, Argentina tendría en el exterior activos por U$S 399.550 millones que representan 126,7% del PBI. Esto nos indicaría que Argentina expulsa capitales al exterior. Somos el único país de Latinoamérica que es acreedor, ya que los argentinos tenemos más activos fuera del país, que los activos que los extranjeros invierten en Argentina.
Las inversiones en cartera de argentinos en el exterior suman U$S 311.175 millones, que equivale a 98,6% del PBI. Desde el exterior nos prestan U$S 71.692 millones que representa el 22,7% del PBI.
En el plano interno, la mayor parte del ahorro es informal, en dólares billetes, generalmente guardados en caja de seguridad, colchones, huecos en pared, etc. En la Argentina hay más de 700.000 cofres de caja de seguridad, si en cada uno hay guardados U$S 50.000 nos daría un piso de U$S 35.000 millones, y buena parte podría ser informal. Los argentinos podrían tener algo así como U$S 70.000 millones de dólares billetes, de los cuales en su gran mayoría serían no declarados.
En el blanqueo del año 2016 se pusieron arriba la mesa U$S 116.800 millones, y se cree que quedaron en el mercado informal del exterior unos U$S 100.000 millones, y cerca de la mitad de ese monto en el mercado interno.
Durante este distanciamiento social el gobierno logró poner en cuarentena al mercado negro del dólar. La imposibilidad de poder acceder a las cajas de seguridad hace que el mercado informal esté desaparecido.
La venta cero en los negocios hace que los empresarios sufran un gran quebranto que no pueden revertir con el dinero que generaron en el pasado, y difícilmente puedan lograrlo cuando se restablezca la operatoria.
El mercado hoy esta ilíquido, sin embargo, se da la paradoja de que tenemos un exceso de ahorro en el circuito informal que no se puede aprovechar para salir de la crisis, ya que está en negro, nunca fue declarado y si lo ponemos arriba de la mesa y la AFIP lo detecta, los intereses y multas serían mayores que lo que estamos poniendo y, además, podríamos quedar dentro del ámbito de la ley penal tributaria.
En estos casos extremos, deberíamos tomar medidas extremas, y nada mejor que una amnistía fiscal para la reactivación productiva. De esta forma todas las personas que tienen dinero no declarado, desde monotributistas a grandes empresas, podrían depositar los dólares en una cuenta bancaría con un costo impositivo de $ 0.
Si depositan dólares, tiene la posibilidad de cambiarlo en el mercado de capitales, en donde el dólar bolsa cerró a $ 85,96. Sin embargo, nos parecería mucho más amigable que el propio Banco Central compre estos dólares a una paridad equivalente al dólar turista. De esta forma el Banco Central compraría dólares, incrementaría las reservas y pagaría $ 85,48. Solo lo haría con los dólares que se declaren en la amnistía. Es un plus para hacer más exitosa la amnistía
Esta amnistía solo duraría solo 60 días, con lo cual el impacto en el ingreso de dinero sería inmediato, y es una amnistía productiva, quien lo lleve adelante debería aplicar estos montos a una mejora en la actividad económica.
Se podría aplicar a:
. – Compra de bienes de uso
. – Compra de insumos
. – Compra de bienes de cambio
. – Reparación y mantenimiento de activos muebles o inmuebles
. – Compra de inmuebles, rodados, terrenos, construcción y ampliación de propiedades
. – Pago de sueldos
. – Pago de leyes sociales
. – Pago de impuestos nacionales, provinciales y municipales
. – Pago de servicios de todo tipo, como gas, luz, etc.
.- Quienes se adhieran a esta amnistía tienen 360 días para demostrar cómo aplicaron el dinero a una actividad productiva o lo utilizaron para capital de trabajo de sus empresas.
Una medida de este tipo sería muy efectiva para reactivar la economía en lo inmediato, ya que pondría en manos de muchos emprendedores dinero líquido para transformar en producción, daría salida a muchas empresas con problemas y dinamizaría el mercado interno. NO hay que soslayar que este ingreso de dinero incrementaría la base imponible impositiva para el año 2020 y generaría mayores ingresos fiscales a futuro.
Por ejemplo, quien se una a la amnistía con U$S 100.000 y compre una propiedad, tendrá que pagar los impuestos que devengue a futuro y quedara en sus activos para que a futuro tribute bienes personales, quien la vendió podrá preservar fuentes de trabajo, le dará liquidez a su empresa y le permitirá seguir en marcha, lo que no es poco.
A diciembre de 2019 el PBI se ubicaba en U$S 315.465 millones, esta amnistía podría aportar un mínimo del 10% del PBI y te diría que no tiene un techo claro. Si Argentina lograra inyectar entre U$S 31.547 millones en 45 días, la salida de la cuarentena sería mucho menos traumática y morigeraría el impacto de las cuentas públicas, la emisión monetaria y la estabilidad de nuestro tipo de cambio, lo que tendría como consecuencia un menor efecto pobreza sobre el conjunto de la sociedad.