Hace unos días,en medio del vértigo informativo,la conmoción creciente y el miedo agobiante por la pandemia del coronavirus, en algún ensayo de introspección inevitable forzada por la cuarentena, el aislamiento y la incertidumbre, nos enterábamos de la muerte, a los 93 años, de Amadeo Carrizo, un símbolo, un emblema de la historia del fútbol argentino.
Orgullosa, legítima y también mezquinamente los hinchas de River Plate lo consideran suyo, y de hecho fulgura en el Olimpo que su propia historia futbolera construyó. Casi como un Zeus todopoderoso que, paradójicamente, desde su puesto de «arquero» anima y lidera a una grandísima legión de goleadores implacables y de talentos, malabaristas y artistas de la pelota desde sus orígenes de tiento.
Es que «Amadeo» que, como dice Jorge Göttling, impuso su nombre por encima de su apellido y asoció ese nombre de vocales fuertes a un puesto transformado, por su talento y creatividad en el «inicio» del dibujo que construye triangulaciones, «vasculaciones» y gambetas que terminan en el sagrado grito de gol.
Amadeo fue un Creador. O, mejor, un Re-Creador: el que resignificó un puesto «bobo» en parte esencial del juego, el que enseñó que los pies, tanto o más que las manos, son fundamentales.
Tal vez fue rebeldía: no podía permitir que haya un «jugador» resignado a la pretensión de atajar o desviar un remate o descolgar un centro cada tanto, mientras otros diez, u otros veinte, «jugaban».
No necesitó de la regla que obliga a jugar con los pies cuando un compañero daba un pase atrás (tal vez la más revolucionaria modificación reglamentaria en la historia del fútbol).
Podría haber dicho (no lo hizo) lo que debemos decir nosotros ahora: Amadeo se adelantó a la regla, obligó a su aplicación, convenció a todos que al fútbol se juega con los pies (vaya obviedad!!!), que el juego, con su dosis de riesgo, atrevimiento y sentido estético, comienzan en el arco propio.
Tuve el privilegio, la enorme fortuna de conocer y hablar con Amadeo. Anduvo por Villa Ocampo (SF), allá por los 90, invitado por el entonces diputado nacional Enrique «Chichito» Vallejos, profesando la fe menemista, sumado a la ola de «famosos» vinculados a la actividad política en oposición a la dirigencia partidaria clásica.
Yo conducía el programa «Página Deportiva» (para quienes no lo vieron o no lo recuerdan, el programa pionero de deportes en la TV ocampense) en el canal de cable local con un equipo que, con esfuerzo y compromiso, cubría y reflejaba toda la actividad deportiva local y regional.
En ese carácter fuimos invitados a hablar con Amadeo en casa de «Chichito», un domingo por la tarde. Para quien ama el fútbol, leyó, escuchó y vio tantas historias, se apasionó con tantas anécdotas de inolvidables tardes y noches futboleras, estar con un símbolo de la historia del fútbol argentino era emocionante y cada minuto, cada segundo de la charla matizada con mates, buen humor y nostalgia, se hizo inolvidable.
Y mucho más rica aún, porque identificado como furioso fanático de Boca Juniors pude referirle, entre risas, agudeza y una fina ironía, episodios, imágenes y nombres imborrables del folklore y la tradición futboleras.
Yo no vi a Paulo Valentim, pero lo había «visto» en los relatos de mi padre que lo nombraba extasiado y admirado como el «verdugo» de Amadeo, ya no sólo de River; yo no vi a «Rojitas», el de la cintura indescifrable que, dicen, heredó el «Burrito» Ortega: pero lo había visto en cientos de páginas de «Goles», «Así es Boca» y «El Gráfico» que compraba con las monedas que le sacaba a mi madre; lo había «escuchado» en los relatos de Bernardino Veiga y se había grabado aquella escena chaplinesca de la gorra robada al gran Amadeo antes del partido (considerada su cábala) y la corrida enojada de Amadeo para recuperarla y la huida entre pícara y asustada de Rojitas ante la persecución del «grandote». Justo la tarde negra del 0-0 con la tragedia de la Puerta 12 del Monumental.
Pude recrear esas historias contadas por ese tipo afable, de cuerpo y manos enormes, caballero, humilde, cálido, humano.
A la noche hicimos un programa especial, en vivo. Y ahí apareció Amadeo en la pantalla de Televideo Regional, en Página Deportiva, sentado a mi lado y hablando largamente de fútbol, repasando esas historias que ya habíamos compartido entre sorbos de mate y bizcochitos por la tarde. Puedo contar, entre tantas vivencias y experiencias que la Vida me brindó, esa entrevista a un Gigante del arco, del fútbol, del Deporte.
Aquella noche, cuando hasta improvisamos un contrapunto bostero-gallina con los códigos que los caballeros conocen, respetan y cumplen, escribí una «página» que descubro ahora imborrable cuando Amadeo se fue, a los 93 años.
Una «página» emotiva y enriquecedora dentro de una «Página Deportiva» que también habrá quedado en algún archivo, en cierta memoria, en algún estante.
Ah!!!Por cierto que, en ese programa ni en en la tertulia vespertina hablamos de política. Sé que a «Chichito» eso no le importó. Al fin, Amadeo habló con sus gestos, su conducta, su trayectoria, su coherencia. Y «Chichito» tuvo su foto con Amadeo que lo vino a acompañar. Presumo que eso es lo que buscaba y quería.
Y Amadeo fue feliz, como nosotros, porque habló, sintió y respiró Fútbol.
Ni más ni menos. Pude confirmar entonces, como hoy, que los referentes, los talentosos, los que tienen valores, se levantan como ejemplo y ya no representan a un grupo, una parcialidad, una banda, sino al conjunto.
Muchas gracias Amadeo!!! Q.E.P.D. Maestro!!!
Y hasta una próxima charla!!!