El tiempo atraviesa la historia dejando en su camino una estela que suele ser imborrable. Quienes somos adeptos a seguir impulsos de curiosidad, sentimos la deseable y casi inevitable necesidad de indagar acerca de nuestro pasado, de las costumbres y vivencias de aquellos quienes comenzaron su tránsito con mayor antelación.
El ingreso del Complejo Arno de la ciudad de Villa Ocampo se encuentra decorado con imágenes fotográficas impresas en papeles positivos emulsionados con una cada vez más tenue tonalidad gris. En muchas de esas impresiones, carentes de colores perceptibles para la vista, pero vastas en coloridos que la imaginación y la remembranza son capaces de remontar y situar en un momento mágico e inalcanzable, aparece la silueta de un hombre de postura erguida, piernas flacas, cabello frondoso y bigotes prolijamente recortados.
¿Quién es esa persona multifacética que aparece en diferentes situaciones, tanto vestido como practicar diversos deportes, como trajeado para divertirse en un elegante baile?
No se trata de otro que de Don Gregorio Cardozo, un personaje de esos que es imposible ignorar, una institución dentro de una ciudad que históricamente se ha nutrido de personas de bien como estas para engrandecerse en sus distintas facetas.
El deporte, en sus variadas disciplinas, se convirtió desde siempre en la esencia que le dio empuje a su existencia social. El fútbol es aquello que lo apasiona y lo envuelve en el frenesí inevitable de conmoción emotiva interna que arrastra a las lógicas reacciones externas. Ocampo Fábrica es el dueño de su corazón y la razón principal para mantenerse activo, su sangre, que es de color azul y blanca, circula por sus arterias y le otorga una vitalidad que provoca que no le importe caminar veintenas de cuadras con tal de acudir a la impostergable y seductora cita de cada domingo.
Nada detiene a este obrero fabril devenido en un viejo cascarrabias, pero a la vez maravilloso. No existe persona que sea capaz de impedirle que trabaje incansablemente para el club dueño de su amor, ya sea colocando la red, llevando las pelotas y los banderines o armando las planillas.
El 24 de diciembre de 1929 se dio origen a su existencia, pero los meros años no son capaces de conquistar por sí solos la veneración que una persona pueda ser capaz de recibir, sino que a ésta la posibilita la huella que la condición humana marca como un indefectible signo de vida cargada de actitudes altruistas que exceden a la simple subsistencia longeva.
A 90 años del natalicio de Don Gregorio, reconozcamos con su presencia la vida de un hombre cuyo corazón late al ritmo de la pasión futbolera, y cuyos pasos aún tienen como destino un largo camino por recorrer.
Gentileza: El Preliminar Radio