A medio camino entre Esquel y Trevelin, al pie de la cordillera chubutense, el universo de la miel y las abejas convoca entre noviembre y marzo a visitantes que hacen una pausa para conocer por dentro los secretos de la producción apícola más austral del país.
El emprendimiento, de dos hectáreas de extensión, lleva el nombre de Valle Andino y está ubicado en un sector conocido como la “Bajada del Cóndor”, sobre un callejón que se desvía levemente de la Ruta 259, a la altura del kilómetro 25.
Un paisaje de largos pinos escolta a una tranquera que atraviesan los visitantes para arrancar un recorrido que maravilla por la singularidad que ofrece la miel chubutense, con la cordillera de fondo y en un marco natural que redunda en el sabor y en el color de un producto sin igual.
Si bien la familia que gestiona este emprendimiento tiene una experiencia de décadas con las abejas, recién hace pocos años dio luz a esta marca que fracciona y comercializa la miel y que, de un año a esta parte, ha abierto las puertas literalmente a una faceta desconocida: el turismo rural.
Dulce natural
Cientos de viajeros arriban convocados por carteles en la ruta o a partir de comentarios o folletos en las oficinas turísticas, con el objetivo de conocer la producción apícola desde adentro.
Algunos se sienten atraídos por la posibilidad de llevar a sus mesas productos sanos, directamente de las manos hacedoras que les dan vida. Otros llegan atraídos por el misterio detrás del encantador trabajo de las abejas y por la preocupación latente respecto del riesgo de extinción de estas especies y el importante aporte que generan para sostener el equilibrio natural del mundo.
Incluso, en los últimos años, hay quienes arriban tras haber decidido endulzar sus alimentos con miel natural en lugar de azúcar procesada o edulcorante.
En la región, los apellidos Williams y Krieger aparecen mencionados cuando se indaga en los pioneros de la producción apícola, de 40 años a esta parte. Actualmente, un grupo de 15 apicultores de la Comarca de Los Alerces sostiene un trabajo colaborativo que genera condiciones comunes ventajosas para el desarrollo regional de la producción.
Valle Andino, en el límite sur de la producción apícola del país, produce miel, polen, cera de abejas y propóleos para comercializar, en un entorno natural en el que, a diferencia del marco que ofrece la pampa húmeda, no hay monocultivo ni fumigaciones con agroquímicos.
El ciclo productivo de la miel está condicionado fuertemente por el clima. Las abejas empiezan a crecer en septiembre y se cosecha en enero y febrero. En marzo se empieza a terminar la temporada por el frío y recién en agosto se comienza nuevamente, dependiendo de la floración natural.
El resto del año, durante los meses más gélidos se trabaja en el mantenimiento de los materiales, en refuerzos nutricionales y en tratamientos sanitarios. Más al sur, con temperaturas más extremas, el porcentaje de mortandad de abejas es mayor y la producción apícola se limita a colmenas para autoconsumo.
Mieles patagónicas
Una variedad de cuatro tipos de mieles se produce en este emprendimiento chubutense, marcada por la floración nativa proveniente de pasturas naturales, arbustos, plantas y flores propias de la región.
En un principio, elaboraban una variedad a la que le llamaban “multifloral” o “miel del valle”, fruto del trabajo en 1200 colmenas repartidas en 30 campos. Se le llamaba así porque su consistencia, color y sabor estaba condicionada por la conjugación de diversas floraciones.
Tiempo después, se empezó a producir otra variedad, esta vez a partir de una pastura de flor de vicia de Trevelin. En otro campo, se comenzó a trabajar específicamente con flor de chacay, “el árbol de la montaña”, y con manca caballo, típicas de la zona.
Y en un apiario (conjunto de colmenas) en la zona de Gualjaina, florece el melilotus o trébol de olor, que genera otra variedad que ha sido incorporada a la oferta.
En las visitas guiadas, los visitantes prueban las cuatro mieles y a partir de las respuestas que van brindando, se van definiendo los caracteres de cada una. La de vicia es la más clarita que tiene este establecimiento, con un sabor más dulce. La de melilotus es también clara, más aromática y se cristaliza más rápido. La multifloral y la de manca caballo son las dos más fuertes y oscuras, que aclaran cuando se cristalizan y cuentan con sabor más intenso. Incluso la de manca caballo, tiene un particular dejo amargo en su sabor.
Para toda la familia
De noviembre a marzo, de jueves a domingo entre las 11 y las 20, el establecimiento abre sus puertas para los visitantes. Se recomienda que si se quiere ver a las abejas en vuelo, lo ideal es ir temprano porque al bajar la temperatura, con la caída de la tarde o si hay mucho viento, estas especies se guarecen.
En el lugar, los visitantes pueden admirar todo el proceso de producción de la miel. Con los materiales a la vista, se exponen colmenas para ver el trabajo por dentro, hay un apiario, se comparte el movimiento de una colonia de abejas y se dan a conocer las funciones que la reina, los zánganos y las obreras realizan a través de una minuciosa organización: hecho que suscita especial atención entre los turistas.
A través de un vídeo, se muestra cómo se realiza la tarea de extracción y fraccionado en una sala comunitaria de Esquel y finalmente, la visita concluye con una degustación de las cuatro mieles.
Además, en la chacra hay una huerta orgánica para consumo personal y alrededor se siembran flores para experimentar con las predilectas de las abejas. También se produce lombricompuesto, abono natural muy rico en nutrientes, que colabora con el objetivo final de volver autosuficiente y sustentable el emprendimiento.
Se trata de una visita para toda la familia, que encanta por igual a grandes y chicos. El establecimiento está pensado para pasar la tarde, por lo que cuenta con un área de juegos para niños y un espacio de esparcimiento con un patio abierto y arbolado para compartir meriendas.
Sin dudas, se trata de una manera diferente de conocer un emprendimiento apícola y una singular manera de dimensionar el vasto paisaje patagónico de Esquel y Trevelin.
Para más información y consultas
Secretaría de Turismo de Esquel