Buenos Aires, 27 de noviembre de 2019. Como parte de su expedición en el barco Esperanza por la protección de los océanos, Greenpeace junto a Martín Brogger, investigador adjunto del CONICET, llegaron a la zona conocida como Agujero Azul -al límite de la zona económica exclusiva argentina- en el Atlántico Sur y tomaron imágenes del fondo marino. La hazaña los convirtió en los primeros testigos argentinos de la devastación del suelo marino en esta zona. En lugar de registrar variedad de especies, campos de esponjas o arrecifes de coral, las cámaras mostraron suelos desérticos, basura y estrellas de mar muertas.
Según las imágenes captadas por cámaras submarinas, la escena del suelo marino es dramática ya que muestra un evidente desequilibrio en el ambiente, similar a un bosque arrasado después del desmonte. Según Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace Argentina, “la responsabilidad recae sobre la práctica de la pesca de arrastre, una de las más nocivas, ya que actúa como una topadora sobre el fondo marino. Utilizan redes del tamaño aproximadamente de una cancha de fútbol, de entre 60 a 100 metros de ancho y más de 200 de largo, con cadenas pesadas que arrasan indiscriminadamente con toda la flora y fauna que se encuentra en su recorrido”.
Por otro lado, Brogger señaló que “mientras podemos identificar claramente la destrucción de lo que se encuentra sobre la superficie, como con la deforestación o los incendios en Amazonas, entre los ambientes más afectados se encuentran los fondos marinos, perjudicados principalmente por la pesca de arrastre. Pero estos no se ven, y como no los vemos, son invisibles para muchos. Es por eso que el objetivo principal de la campaña científica a bordo del buque Esperanza durante esta etapa de la expedición es el reconocimiento de los fondos marinos afectados por la sobrepesca en la región del Agujero Azul”.
El Agujero Azul, lugar codiciado por la industria pesquera de países como China, España, Corea del Sur y Taiwán, se encuentra amenazado por la intensidad de la actividad establecida desde hace ya 50 años. Actualmente, más de 400 buques al año llegan a esta zona para operar como depredadores insaciables del hogar de animales amenazados y en peligro de extinción que se instalan allí también para alimentarse y que se ven forzados a convivir con los buques pesqueros.
“Con frecuencia las flotas aquí presentes incurren en actividades no reguladas e incluso en ocasiones llegan a cruzar los límites de la zona económica exclusiva (ZEE) para pescar ilegalmente” detalló Vueso y afirmó que “evidenciar lo que ocurre aquí junto con el trabajo de documentación científica nos permitirá mostrar la falta de control y regulación de las aguas internacionales, lo que le permite a las pesqueras saquear el océano y vulnerar su biodiversidad. Solo el 1% de los océanos globales está protegido y los gobiernos en la ONU tiene la oportunidad histórica de cambiarlo y proteger al menos el 30% de los océanos para 2030”.
Por su parte, Brogger concluyó que “en lo personal como científico, me encantaría lograr compartir mi mirada sobre el mar. Si mediante estas colaboraciones entre científicos y organizaciones, podemos ayudar a que la gente empiece a ver lo que no se ve normalmente, y uno pueda empezar a preocuparse y a empezar a encontrar solución a los problemas, creo que alcanzaremos un excelente objetivo. Además obtener información real y poder interpretarla correctamente es la base científica que permite promover acciones de conservación concretas y efectivas para salvar el Mar Argentino”.
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