El pingüino de penacho amarillo es una especie singular que arriba cada octubre a las costas de Puerto Deseado, en Santa Cruz. La “Isla Pingüino” es el lugar que escoge esta especie para reproducirse y anidar, en un ambiente de preservación único, poblado por una inconmensurable variedad de fauna marina. Cientos de turistas llegan cada año, por ser el único lugar en el Hemisferio Sur donde se le pueda contemplar desde tan cerca, arribando desde el continente.
La ciudad magallánica de Puerto Deseado se encuentra en el extremo oriental de la Provincia de Santa Cruz, a 292 kilómetros al sur de Comodoro Rivadavia y 736 kilómetros al norte de Río Gallegos. Cuenta con una ría riquísima en variedad de fauna marina y su paisaje es representativo de la diversidad geográfica que puede encontrarse a lo largo de los casi mil kilómetros de costa santacruceña. Aguas frías, azules y profundas, el mar infinito en el horizonte inasible, y cautivantes bahías, acantilados y cabos, enmarcan este destino turístico de la costa patagónica.
20 kilómetros al sur de esta ciudad, por vía marítima, se llega a la Isla Pingüino: un emergente rocoso de origen volcánico que data de hace más de 150 millones de años (período Jurásico) y que actualmente aloja con regularidad a aves, lobos y elefantes marinos, y dos especies de pingüinos: el de Magallanes y el de Penacho Amarillo.
Se trata de un paraíso para los amantes de la naturaleza y la aventura, dado que este lugar pertenece al “Parque Interjurisdiccional Marino Isla Pingüino”, que le otorga protección tanto nacional como provincial: está preservado y puede ser contemplado por limitados contingentes que no alteren la vida de las especies. Eso permite una convivencia armónica de estas especies animales, casi en estado virgen.
Una excursión para los sentidos
La expedición parte desde la ciudad, se adentra en la Ría Deseado, un singular estuario que es reserva natural provincial y en el que conviven al menos 34 especies de aves marítimas y costeras, para ingresar luego al mar abierto, el Mar Argentino. En su recorrido de 40 minutos a bordo de una embarcación, los visitantes se van encontrando con pequeñas islas donde la fauna marina de la región se presenta en todo su esplendor. Durante la navegación, hasta tres especies de delfines pueden llegar a sumarse al contingente, llenando de colores las aguas cristalinas. E incluso, con algo de suerte, algunos llegan a ver a la extraordinaria ballena orca.
La razón de semejante variedad de fauna marina hay que buscarla en la tranquilidad de las aguas, en el abundante alimento y en la presencia de islas donde pueden reproducirse y nidificar sin intromisión humana. Apenas saliendo a mar abierto, la península Chaffers es una de las ocho islas pingüineras de la Ría Deseado y la colonia más grande de pingüinos, con una población de hasta diez mil parejas.
Más adelante, otras islas suelen poblarse en sus costas por lobos marinos de diversas edades que no sólo se detienen allí para reproducirse, sino también para aprender a conformar sus harenes. Es común observar también a la paloma antártica, que nidifica en la Antártida pero se acerca a estas islas para alimentarse de excremento de lobos marinos.
El estímulo sensorial que ha generado el recorrido, refuerza la imponencia del arribo a la Isla Pingüino para los visitantes. Al descender de la balsa a motor, un sendero de piedras rodeado de pingüinos de Magallanes conduce hacia un acantilado, debajo del cual están sus codiciados primos de penacho amarillo. El paisaje rocoso se abre paso, majestuoso, proponiéndose como guía natural para conocer cada especie que le habita.
Un detalle que enamora a los visitantes es la cercanía que se logra alcanzar con estos animales. En esto ayuda la decisión de que un máximo de dos embarcaciones pueda llegar al lugar al mismo tiempo con turistas, para no invadir ni erosionar el entorno natural.
La travesía dura cerca de seis horas y si el clima acompaña y hay interesados, sale diariamente. La posibilidad de practicar senderismo por los incontables caminos de piedras de la isla, complementan una oferta de turismo ecológico inigualable.
Marcas de la historia
La Isla Pingüino fue descubierta, según los historiadores, por el corsario inglés Thomas Cavendish en 1578, que fue quien bautizó a la Ría Deseado en honor a su barco: el “Desire”. Una ría es un brazo de mar que se interna en la costa, un río costero inundado por la elevación del mar. Se trata de un accidente geográfico que en la Argentina se encuentra sólo en las provincias de Santa Cruz y Buenos Aires.
A la Isla Pingüino se la conoció hasta el siglo XIX como “Isla de los Reyes”, cuando el capitán Villegas del bergantín “Belén”, integrante de la expedición del capitán de fragata Ramón Clayrac, que tenía a su cargo el desalojo de los establecimientos ingleses de la Patagonia, levantó el plano de la isla que los ingleses llamaban Penguin y que hoy se conoce con su nombre en castellano.
En aquellos días, los navegantes pretendían hallar un paso interoceánico. Desde ese momento, esta región y esta isla en particular, serían de vital importancia para los viajeros con el fin de aprovisionarse de víveres, especialmente huevos de aves y grasa, y cueros de lobos marinos y pingüinos.
La isla tiene un faro que data de 1902 y que actualmente es su ícono más representativo. En los comienzos, supieron vivir allí unas once personas. El faro funcionó primero con kerosene, luego con gas acetileno y más adelante, fue dotado de un sistema eléctrico abastecido con paneles solares. Actualmente se encuentra en desuso y junto a algunas ruinas a su alrededor, constituye uno de los atractivos de la Isla.
La colonia de pingüinos de penacho amarillo fue descubierta en 1985, cuando se realizó la primera travesía en kayak desde Puerto Deseado. En aquel momento había unas 200 parejas de estos animales; el crecimiento ha sido notable, se estima que actualmente hay unas 1200 que arriban cada octubre para reproducirse y anidar.
A 500 kilómetros de la Isla Pingüino están las Islas Malvinas, donde se encuentran las colonias de pingüinos más grandes del Atlántico Sur. Se cree que la colonia de la Isla Pingüino se origina con individuos de estas especies que llegaron precisamente desde las Malvinas Argentinas.
La aventura de conocer al “saltarrocas”
El pingüino de penacho amarillo es más pequeño que el de Magallanes: medio metro de alto y dos kilos y medio de peso. Negro y de panza blanca, tiene ojos rojos, pico naranja y un singular plumaje “punk” amarillo en su cabeza, que deriva en su nombre. Habita la zona rocosa, donde suele anidar, y se desplaza en este terreno hostil, trepando y a los saltos: por eso se le conoce como el “saltarrocas”. Contrario a lo que muchos imaginan, se trata de una especie tranquila, con quienes los visitantes suelen amigarse para verlo más de cerca. Forma parte de una de las seis variedades de los llamados pingüinos crestados.
Cada una de las dos especies, habita un sector diferente de la Isla. Los de Magallanes tienen sus colonias en la parte más plana, mientras que los de penacho amarillo habitan la zona más rocosa y elevada. Los de Magallanes arriban a la Isla en septiembre y un mes después llegan los de penacho amarillo.
La temporada para conocer a los pingüinos de penacho amarillo se extiende entre octubre y abril de cada año. Se les puede conocer en sus diversas etapas vitales: cuando llegan las hembras, cuando llegan los machos, cuando arman sus nidos con piedritas y ramitas, cuando nacen los pichones, cuando sobrevuelan las gaviotas grises.
La excursión de la Isla Pingüino no tiene igual. Lo dicen los turistas que ya vivieron la experiencia, en cuyos rostros la emoción, la alegría, la sorpresa incontenible frente a tamaña explosión de naturaleza en estado de preservación.
El viaje de vuelta va cargado de reflexiones. Se aprende a cuidarles cuando se les conoce. Se aprende a caminar despacito para disfrutar cada centímetro y a valorar la contemplación como la captura para siempre de un momento irrepetible sin impactar negativamente en su ecosistema.
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