“EN ESTA HORA DE LA PATRIA, ESPERANZA Y COMPROMISO”… Mensaje al Pueblo de Dios del Presbiterio y el Obispo de la Diócesis de Reconquista. 6 de septiembre de 2019.
1.- Los sacerdotes de la diócesis de Reconquista, junto a nuestro Obispo, reunidos en la Semana Anual de Formación, nos dejamos interpelar por la voz de nuestro pueblo que en este tiempo vive una página difícil de su historia, y por la voz de Dios que nos envía a este mismo pueblo para ayudar a discernir los signos de su presencia y a caminar junto a él animando la esperanza.
2.- La esperanza cristiana no es ilusión o mera expresión de deseos. Se funda en la Resurrección de Jesucristo, vencedor del pecado, el mal y la muerte. Jesucristo venció el mal por la fuerza de su amor, de su vida entregada para hacer el bien a todos (Hch 10, 38), incluso a sus verdugos (Lc 23, 34). Él es el rostro, el corazón y las manos del Padre (Jn 14, 9) ofreciendo a todos su misericordia, reintegrándonos en nuestra dignidad de hijos de Dios. En Él encontramos la inspiración y la fuerza para salir de esta crisis tan profunda que, trascendiendo lo económico, envuelve también el orden político, la vida social, la dimensión ecológica y hasta el mismo estilo de vida de la Nación.
3.- A partir de la fe en Jesucristo, necesitamos recrear juntos las fuentes de la esperanza que nos impulsa a mirar más allá de las circunstancias que hoy vivimos. Una fuente es tener memoria de nuestras propias crisis y del espíritu con que nos hicimos cargo de ellas: ¡Nosotros somos la crisis y la tenemos que atravesar y superar! Otra fuente es la que surge del encuentro, del caminar juntos, de construir puentes y no muros de enfrentamientos, de una cadena de manos que se unen aún en las diferencias. Con varios colores vamos a levantar una bandera donde venceremos todos, venceremos con la unidad todo acecho de enfrentamiento y división.
4.- La tarea es inmensa: hay que recrear la justicia, la honestidad de ciudadanos y dirigentes, el entramado social, el respeto a las instituciones democráticas, la política como servicio al bien común, el sentido de la responsabilidad y del trabajo, el destino social de los bienes, el respeto a la vida y a la dignidad de toda persona, la veracidad en la información. Para ello hay que desterrar de la vida pública y privada la corrupción, la violencia, la mentira, el egoísmo, la búsqueda de privilegios, los fanatismos, la indiferencia… y tantos otros males fuertemente enquistados.
5.- La tarea es inmensa pero no imposible: empieza por nosotros mismos, sabiéndonos corresponsables y actores de nuevas actitudes, que hemos de mantener con coherencia en la vida cotidiana. Y así contagiar a otros, viendo que este camino sana heridas, restaura vínculos, genera esperanza, construye futuro.
6.- El Evangelio nos enseña a mirar desde los pobres, los pequeños, los débiles, los excluidos. Si generamos una cultura, un modo de entender la vida, la sociedad y la patria que privilegia a los débiles, creceremos en humanidad e iremos encontrando los caminos de una convivencia social justa y plena.
7.- “Dado que la crisis afecta a los vínculos sociales, se hace necesario que, con imaginación y creatividad, todos participemos en recomponerlos, sea en la familia, el barrio, el municipio, el trabajo o la profesión. Hoy la Patria requiere algo inédito. Dondequiera que estemos podemos hacer algo para generar mayor comunión. Nosotros mismos, como ministros de reconciliación, unidad y comunión, nos comprometemos a intensificar nuestro trabajo en la reconstrucción de esos vínculos”, siendo cercanos a los que más sufren en esta crisis (CEA, “Hoy la Patria requiere algo inédito”, nº 12).
8.- Ante lo arduo del desafío, junto a María, mujer de esperanza, y animados por la fuerza del Espíritu Santo, tenemos presente las palabras de Jesús: “No teman (cf Mt 10, 26). Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).
Diocesis de Reconquista