El precio del cuero vacuno sigue cayendo a nivel internacional, habiendo perdido en los últimos 5 años cerca del 70% de su valor lo que lo ubica próximo a los mínimos registrados tras la crisis de 2008/09, en la que se generó un enorme stock de cueros salados en poder de los frigoríficos al dejar de comprar buena parte de las curtiembres.
Entre los factores que explican esta pronunciada caída, la competencia de los sustitutos sintéticos es hoy uno de los más importantes. Con costos inferiores por la caída del precio del petróleo y acabados cada vez mejor logrados, el cuero sintético encuentra hoy gran aceptación entre las generaciones más jóvenes, seducidas por la cultura de consumo vegano. Paralelamente, se ha estado registrando una importante caída en la fabricación de coches de lujo y consumo de productos de marroquinería en general.
A estos cambios en el consumo, se suma el cierre de muchas curtiembres artesanales en China, producto de las crecientes regulaciones ambientales y una mayor oferta de cueros en América por el incremento en la producción de carne.
En definitiva, el cuero se caracteriza por tener una oferta inelástica. Al ser un subproducto de la industria frigorífica, su oferta depende del nivel de faena y, en el largo plazo, del stock de ganadero. Sucede que actualmente la producción de carnes a nivel mundial se encuentra en aumento mientras que el consumo de cueros comienza a declinar principalmente por cambios de tendencia en el consumo.
Haciendo un poco de historia local, a principios de la década del ‘70 la Argentina prohibió la exportación de una serie de materias primas en defensa de la industria nacional entre las que se encontraban el ganado en pie, el cuero sin curtir y grasas animales, entre otros.
Posteriormente, durante los ’90, la mayoría de estas prohibiciones fueron desapareciendo. Sin embargo, la del cuero fue una desaparición virtual dado que la misma fue reemplazada por la implementación de derechos de exportación sumamente gravosos, no tanto por su alícuota –que es del 10%- sino por su base de cálculo. La base para el cálculo de estos derechos de exportación toma como referencia la cotización en Chicago del cuero de novillo con marca en culata (Butt Branded Steer) más el costo del flete entre Chicago y la Argentina. El ‘Butt Branded Steer’ es un cuero mucho más pesado y más grande que el que se comercializa en la Argentina cuyo precio llega a ser entre un 20 y 30% más alto el valor del cuero argentino. Por ende, el derecho de exportación efectivo es mayor al que resultaría si la base sobre la que se aplicara la alícuota fuera el precio FOB argentino.
En definitiva, la presión que genera este gravamen quita toda competitividad al cuero argentino en mercados externos y no hace otra cosa que generar una transferencia de ingresos desde la cadena de la carne -sector ganadero, frigorífico y consumidores hacia la industria curtidora local. Sin posibilidades de exportar los cueros salados, los frigoríficos quedan cautivos de las curtiembres locales, restringiendo el valor del crédito bruto de matanza o ‘recupero’, lo cual se termina trasladando tanto al consumo como a la exportación.
A fines del año pasado, la Mesa de las Carnes junto a funcionarios de Agroindustria anunciaron que los derechos de exportación a los cueros crudos bajarían del 10% al 5%, planteando incluso la idea de llevarlas a cero en el transcurso de 2019. Nada de eso ha sucedido aún.
Con una faena creciente, la oferta de cueros no hace otra cosa que deprimir aún más su valor. Actualmente, el manejo del cuero ha pasado a ser un problema para la industria frigorífica. De hecho, hay provincias que están solicitando permisos para quemar y enterrar los cueros, dándoles de este modo el tratamiento de un ‘desperdicio’ a un subproducto que representa cerca del 7,5% del peso del animal.
Si bien la pérdida del valor del cuero responde a cambios en las tendencias globales de consumo, existen factores locales que castigan aún más el valor de este subproducto. La depreciación de la moneda local ha llevado su precio en dólares a niveles semejantes a los vistos durante el colapso de 2009. Sin embargo, esta nueva relación cambiaria parece haber encontrado cierto equilibrio relativo dentro de la macro actual.
En este sentido, la eliminación de las retenciones o, al menos, el cambio en la base de cálculo, sería una vía para comenzar a descomprimir el mercado local, permitiendo a los frigoríficos revalorizar los ‘recuperos’ y así evitar el traslado pleno de los costos de faena al precio de la carne e, indirectamente, mejorar el valor de la hacienda en pie.
Mercado Ganadero
Rosario. Santa Fe. República Argentina.