Florencita está deprimida. Deprimida y en Cuba, bien lejos de la Justicia Argentina. Su mami, la Reina Batata, va a visitarla de tanto en tanto (tal vez una de esas veces se quede definitivamente en Cuba, si no logra ser elegida Vicepresidente). Pero Florencita está triste. ¿qué tendrá la «Princesa»?
No se sabe bien lo que tiene con respecto a su salud (los informes de los médicos cubanos no son suficientemente convincentes), pero SÍ se sabe lo que tiene (o tenía) en su caja de seguridad: MÁS DE 3 MILLONES Y MEDIO DE DÓLARES EN PAQUETES TERMOSELLADOS.
Entonces, vale una pregunta para todos estos nuevos «indignados» que parecen haber descubierto el frío este año, y junto con el frío parecen haber descubierto que hay personas que no tienen techo bajo el cual protejerse ni frazadas con las que cubrise: ¿CUÁNTAS FRAZADAS SE PUEDEN COMPRAR CON TRES MILLONES Y MEDIO DE DÓLARES?
Según las declaraciones indignadas e impostadas de estos «descubridores del invierno» se trata de alrededor de 1200 personas «en situación de calle».
Muy bien, señores. A hacer las cuentas entonces.
Una bolsa de dormir (la mejor de todas), hecha en polyester de primera calidad, con relleno de pluma de pato, que protege de temperaturas de hasta 10 grados centígrados bajo cero, tiene un costo de $ 14900. Es decir que al precio de la divisa al cierre del 5 de julio ($ 43,10), con tres millones y medio de dólares se pueden comprar 10124 bolsas de dormir de primer calidad.
Más que suficiente para 1200 personas que estarían sufriendo el frío a la intemperie. De esta manera, entregando estas bolsas de dormir se termina con el asunto de que «no quieren ir a los refugios». Si no quieren, tienen derecho a no ir. Pero si tanto les importa esta gente «en situación de calle» a estos indignados que acaban de descubrir el frío, que le pidan a Florencita que devuelva lo que su mamita robó y escondió cobardemente a nombre de ella, su hija.
Total, Florencita allá en Cuba frío no va a tener. Y en una de esas, si todavía le queda un cachito de conciencia, se le podría ir la «depresión», porque pocas cosas dan más felicidad a la gente buena, que dar algo para ayudar a quien lo necesita.
Por César Grinstein
Director Académico en Centro Para el Aprendizaje en Organizaciones
Licenciado en Economia en Universidad de Buenos Aires (UBA)