Las inclemencias climáticas realzaron crónicos problemas que arrastran las comunidades rurales. Al margen del daño económico, se esperan secuelas “sociales, familiares y anímicas” que seguirán expulsando pobladores.
Por Juan Manuel Fernández
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Ya pudimos lee un duro diagnóstico conjunto de la Sociedad Rural de Reconquista y Coninagro sobre el impacto de las inundaciones en la provincia de Santa Fe. Allí se apunta contra “los dirigentes políticos” que no realizaron las obras necesarias para evitar la emergencia actual. Y se critica también la falta de esfuerzo por reducir la presión impositiva a la producción. El número estimado de pérdidas, hasta el momento en torno a 116 millones de dólares, es lo de menos. Lo más amenazante de su diagnóstico son las “secuelas” del trauma. Que serán económicas y financieras, pero también “sociales, familiares y anímicas”.
Desde que se desató el desastre, comenzaron a escucharse quejas de todas clases desde distintos lugares de la provincia. En la última semana, llegaron a nuestras vías de contacto gran cantidad de mensajes de pobladores de zonas rurales desahuciados ante la más absoluta indiferencia de sus gobernantes.
Por ejemplo desde La Criolla, departamento San Justo, escuchamos la impotencia de un ganadero ante el evidente abandono de la infraestructura comunal. En el campo, porque en el pueblo sí gastan: algún cordón, algún bolsón. Con cincuenta y pico de años, dijo, “soy de los últimos jóvenes” en el lugar.
También desde Cacique Ariacaiquín, pueblo del departamento San Javier hoy aislado por el agua, recordaron: “en la inundación de 2016 nos prometieron obras; no hicieron ninguna y hoy estamos -de nuevo- aislados como aquella vez”.
Incluso a 40 kilómetros de la capital, desde Laguna Paiva, ciudad otrora ferroviaria (Cruz de San Andrés en su bandera), denunciaron que unas 20.000 hectáreas de campos se convirtieron en reservorios porque la última limpieza del canal data de la década del 90.
Mucho más lejos, a 426 kilómetros del centro administrativo provincial, en San Antonio De Obligado, un campesino mandó fotos por Whatsapp: caminos intransitables, tubos de alcantarilla abandonados, patos nadando en un corral, chivos apiñados en una loma. “El presidente comunal recibe plata para obras, pero no las hace”, disparó.
Da la impresión que, excepto impuestos, todo lo demás va a menos: caminos, rutas, alcantarillas, canales, renta, crecimiento, deseos, proyectos, ilusión. Y el efecto de este abandono es, indefectiblemente, que la gente se va del campo.