Esquel, situado en la cordillera de la provincia del Chubut, no solo seduce a los viajeros con la tradición del té galés, con sus exquisitas tortas y sus deportes de nieve, o con las caminatas por bosques vírgenes y la inmensidad de sus lagos, sino que desde este año, los paseos en avión también se incorporan como una nueva propuesta para quienes deseen vivir nuevas experiencias.
Ésta experiencia de aproximadamente media hora, es un vuelo que se complementa con el resto de las riquezas de la región, con puntos de vista inimaginables. Todo se ve fabuloso y diferente desde el aire: las copas de los añejos alerces del Parque Nacional Los Alerces –Patrimonio Mundial-, esos que uno abraza en grupo, casi tocando el infinito; el glaciar Torrecillas, los cerros nevados, los viñedos, los campos sembrados; la inmensidad de los lagos, que desde lo alto se aprecia inasible; el paso presuroso de los ríos de montaña, como hilos serpenteantes que se precipitan raudamente en constante dinamismo.
En general, éstos vuelos son elegidos por aventureros, gustosos de las experiencias sensoriales diferentes; pero también turistas sin distinciones de edades, lo cual lo hace una excursión familiar. Incluso también por lugareños, nativos o radicados en la zona, que se conmueven al admirar los mismos paisajes que trashuman a diario, como una pintura cuyo marco es esta deslumbrante región.
Mil formas de mirar y de recordar
Éstos paseos aéreos brindan además oportunidades ineludibles para registrar con cámaras de vídeo, tomar fotos e incluso con los teléfonos celulares, imágenes que sorprenden. No obstante, es justo decir, que muchos de quienes experimentan esta atracción aérea, dejan por momentos a un costado los artefactos tecnológicos para llenarse plenamente y sin mediaciones de tamaña inmensidad que parece abrirse en las retinas para recordarlas para siempre.
Se trata de experiencias de vuelo a la manera de los singulares “bush flyings” de Alaska, en el extremo noroeste del continente. El avión en el que se realizan estos vuelos es un Cessna 152, de ala alta y tren de aterrizaje fijo en triciclo: un clásico de los paseos turísticos aéreos para viajes individuales.
El arte de dimensionar
El tiempo y el espacio parecen reconfigurarse desde el aire. Muchos de los paisajes que se observan en los poco más de quince minutos que dura un vuelo de bautismo, toman varios días de excursiones si uno se dispone a recorrerlos en auto o caminando. Incluso algunos son inaccesibles de otra manera que no sea desde el aire.
Precisamente, ésa es una doble virtud que atraviesa a este nuevo producto que se suma a la oferta patagónica para los visitantes: al mismo tiempo, ofrece una singular, irrepetible y condensada manera de disfrutar de todos los paisajes juntos en menos de una hora e invita a tomarse el tiempo necesario para recorrerles por tierra para poder conocerles detenidamente en todas sus dimensiones.
Los lagos inmensos que en Trevelin y Esquel parecen lejanos, en estos viajes en avión emergen desde la nada, abrazados al resto de los paisajes, como complementando una paleta de texturas de inimaginable belleza.
Las distancias se reconfiguran desde el aire, el tiempo se redefine, los paisajes se redibujan. Al terminar el vuelo, la idea que de cada paisaje se tiene, se enriquece y se complejiza. Esa imagen queda grabada y empieza a llenar de nuevas capas cada mirada. La emoción y la adrenalina son los acompañantes seguros en este viaje
Todos los climas
Lo relacionado con estos vuelos está atado enteramente a la meteorología. En pos de un paseo seguro, antes de salir se chequea el estado de los vientos, la humedad, la temperatura. Si las condiciones no son las óptimas, los paseos se suspenden.
Es que se trata de una experiencia sin precedentes y habitualmente, entre quienes la eligen, hay una gran expectativa respecto de las sensaciones nuevas que se vivenciarán y un vuelo inestable las puede echar por tierra.
Empero, el clima de esta zona de valles es ideal para este tipo de vuelo, ya que el aire es estable al estar metido como en una pileta. En otros lugares, más cercanos a ríos, lagos o montañas, las condiciones son más inestables. Cuando hace frío, el aire tiene mayor densidad y otorga mayor estabilidad a los vuelos; en tanto con el calor, el avión se vuelve más liviano. Ambas condiciones brindan naturales maneras diferentes de disfrutar la experiencia.
El otoño ofrece una paleta de colores inmensa con uno de los principales atractivos en los viñedos de la llamada “Ruta del vino”, luciendo verdes y marrones entretejidos. En invierno, se impone el blanco del paisaje de nieve. Primavera y verano, en tanto, desbordan de verdes en los pastizales y los campos sembrados. Asimismo, el vertiginoso andar de los ríos de montaña le dan una dinámica única al panorama haciéndolo irrepetible.
Se puede volar desde cuando asoma el primer rayo de sol hasta cuando el último se va apagando. Las horas ideales son, precisamente, las primeras de la mañana y las últimas de la tarde. Meteorológicamente, porque el viento está más amable. Y para el deleite de los sentidos, porque no hay como la aurora y el crepúsculo para dejar que fluyan las emociones más profundas. Le llaman las horas mágicas, aquellas de la mejor luz, las de los contrastes, las de las sombras fantásticas y las nubes rojas.
Datos
Un vuelo de bautismo dura completo una media hora, con chequeo del avión, puesta en marcha, carreteo y poco más de un cuarto de hora en el aire. La duración de los paseos depende del destino y el recorrido.
Los vuelos parten desde el Aeródromo de Trevelin, ubicado a unos 27 kilómetros de Esquel, aproximadamente a una media hora en auto.
Para más información y consultas:
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