«Como hace seis años, rendimos hoy un homenaje a aquellos hombres que dieron nacimiento a nuestra Patria. En aquella oportunidad, lo hacíamos festejando el bicentenario del primer grito de libertad de los pueblos del sur; hoy, lo hacemos conmemorando los 200 años de habernos consolidado como una Nación libre e independiente de España y de toda dominación extranjera.
A los congresales reunidos en San Miguel de Tucumán los movía el ideal de la noble causa americana y los alentaba la audaz exhortación de Güemes, Belgrano y San Martín, que avivaban con entusiasmo patriótico la pronta declaración de la Independencia.
Fue así que La Nación independiente y libre se gestó en una pequeña provincia del interior profundo, entonces muy vulnerable por sus escasos recursos y por la cercanía al avance realista; mientras que los congresales hicieron de una casa de familia, un espacio fecundo de auténtica deliberación parlamentaria.
Esa casa histórica, ese lugar de encuentro, de diálogo y de búsqueda del bien común, debería ser para nosotros el símbolo de lo que queremos ser como Nación; el ideal de vivir en esta Argentina, de vivir en cada pueblo de este territorio como una gran familia, donde la fraternidad, la solidaridad y el bien común incluyan a todos.
Pero el resultado de aquella jornada histórica del 9 de julio de 1816 no fue el epílogo de un proceso exitoso y sin dificultades; todo lo contrario, fue un paso más, decisivo, importante, pero enmarcado en cuestiones que generaban grandes interrogantes sobre el futuro inmediato y a largo plazo, tanto en el ámbito interno como externo».
«El rearme de las fuerzas realistas que amenazaban con recuperar las colonias perdidas desde el Alto Perú, las irresueltas deferencias entre el centralismo porteño y el interior, la indefinición sobre la forma de gobierno que debía implementarse en la nueva Nación independiente, fueron temas de gran preocupación y debate por aquellos días. Sin embargo, el interés supremo hizo que el diálogo razonable superase las diferencias, dejando que las ideas reflejasen con fidelidad el sentir de los pueblos que representaban, coincidiendo plenamente en las más nobles aspiraciones federales.
En este bicentenario, debemos ver en aquel Congreso de Tucumán un espejo donde podamos mirarnos quienes formamos parte de este pueblo ocampense. Que las dificultades que hoy afrontamos como comunidad, que son muchas y agobiantes, especialmente en el plano de la producción y el trabajo, no sean un obstáculo para encontrar juntos el camino que nos permita vislumbrar un futuro mejor.
Los congresales de 1816 tuvieron la difícil e incierta tarea de romper definitivamente con el pasado y dar nacimiento a algo nuevo, a un proyecto de Nación que debía comenzar a transitar un camino lleno de dificultades, pero con un destino en el que todos estaban de acuerdo debería ser mejor; especialmente porque estaba basado en la libre determinación del pueblo que representaban.
Nosotros, en el Villa Ocampo de hoy también estamos ante un desafío similar; las circunstancias históricas nos obligan a romper con un pasado que nos llena de nostalgias y recuerdos, pero que como está diseñado hoy, debemos entender que se agotó. La matriz productiva que hizo próspera y progresista a nuestra ciudad nos exige pensar juntos como transformarla y de esa manera nos brinde nuevas alternativas que sirvan para darle sustentabilidad en el tiempo; para ello debemos usar lo mejor que tenemos, desde la intelectualidad, la fuerza del trabajo y la capacidad de organización, para diagramar un futuro que brinde posibilidades de desarrollo y prosperidad a las próximas generaciones.
Sabemos que no será fácil, sabemos que siempre es difícil romper con el pasado y comenzar a transitar hacia lo desconocido e incierto; pero es precisamente para eso que sirven estos momentos en que reconocemos y admiramos la valentía y fortaleza de los padres de la Patria, de quienes arriesgaron su vida por esta Nación que nos cobija. Son ellos el modelo a seguir.
El diálogo, el consenso, el interés por el bien común deberían ser las bases desde donde podamos construir la ciudad deseada; y si actuamos de buena fe, no tenemos argumentos para oponernos a ello. La responsabilidad y compromiso que este momento histórico nos exige para con nuestra comunidad, tienen que estar muy por encima de cualquier actitud mezquina u oportunista; será ese el mejor homenaje que podamos rendirles a quienes nos legaron una patria libre e independiente, pero principalmente será la mejor herencia que podamos dejarle a las generaciones futuras».
«¡Feliz Bicentenario de la Independencia Nacional!… ¡Que Viva la Patria!».