Sacarnos las etiquetas

CRÓNICA CULTURAL SOBRE LAS TOSCAS ROCK 2014 – La ciudad de Las Toscas se vistió de rock. Uno de los eventos más importantes del año para muchos es Las Toscas Rock 2014, la cual se llevó a cabo en el Club Social de la ciudad el 5 de enero. Una crónica cultural con todos los detalles sobre esa noche. Música, bandas, organización y más. Por Analí Macuglia.Nací en esas ciudades que aún se sienten pueblos. Y cuando visito las grandes urbes, las capitales, las metrópolis del país, me sumerge su estética, esa que habla en los cuerpos de las veredas. Ese grito de color en las paredes a tanta monotonía diaria: gris, cemento, pavimento. Amontonamiento, ruido. Brillo, encandilamiento. El irse de luces rojas y amarillas acercarse. Calle, y en ella todo. Stenciles, grafittis, frases. El color de la contracultura, de otras voces. El decir de alguien que no encontró otro lugar, o que decidió hacerlo allí. Los rebeldes, revolucionarios, anarquistas o sin ningún ismo detrás ellos. Personas. Artistas.

El neoliberalismo –entre tantas- trajo también consigo lo cotidiano, lo de todos los días, lo naturalizado: el bombardeo del proyecto del ser. Marcas, estampas, logos, distinción. Etiquetas. Y si hasta nosotros las tenemos, ¿por qué no también las regiones del país?

En la década del ’70 entendimos que todo es cultural. Y no sólo fue hippismo. En la provincia de Santa Fe, Juan Carlos Denis se alejaba de la cumbia y el cuarteto tropical originados de la cumbia colombiana, dejando de lado timbales y acordeón. Con letras y melodías más melancólicas, eligió la guitarra, con sus pegadizos y particulares riffs, para dar nacimiento a la cumbia santafesina.

Pero Santa Fe no es sólo eso. Y el norte tampoco. Las Toscas, mi ciudad-pueblo, también es rock.

Era sábado y venía a mí el recuerdo de un año atrás. En Las Toscas Rock 2013 tocaba Guillermina, banda de Boedo, Buenos Aires y no pude no saltar, no poguear, no descoserme el cuerpo. Pero antes que terminen, un desconocido de los códigos del pogo empujó mi cuerpo desbaratado fuertemente hacia la nada. El hospital y luego mi cama fueron el cierre de mi gran noche rockera. Al igual que reposo y bota ortopédica en todo enero por un gran esquince. Calavera no chilla.

Esta vez prometí no poguear y obligué a mi hermana a que me lo prohíba. Llegábamos al Club Social de Las Toscas. Si amo algo de mi ciudad-pueblo es su cielo. Los monstruosos edificios, tan autoritarios, no existen. Los árboles son la cúpula, la cima. Y las luces artificiales no brillan tanto cuando hay luna llena. Esa noche las estrellas se apoderaban del cielo negro -acá las noches son negras, no rojas como en las ciudades grandes- y bajo ellas, las bandas locales comenzaban con Las Toscas Rock 2014.

A uno de los lados del campo, diversos stands de pinturas, artesanías, amplificadores de sonido y diseño en serigrafía se posicionaban a lo largo.

BANDAS LOCALES

Patada de Loco –banda nueva de la ciudad- daba inicio a la noche con Gera Chaparro (guitarra y voz), Héctor Chámarez (batería), Chino Fernández (guitarra y voz) y Pablo Zanier (bajo). (A veces la impuntualidad puede hacer que te pierdas la primera banda. Sorry.)

Luego, Descabellados Rock con Napo Ferrero (bajo y voz), Otto Schmidtke (batería) y Ema López (guitarra), continuaban rockeándole a quienes iban atravesando el gran portón blanco de entrada. Era lindo ver tanto color negro junto.

Después de media hora, El Ocaso subía al escenario. 5 rosarinos con sus dos guitarras, bata, bajo y la única mujer en coros. Fue la única mujer sobre el escenario en toda la noche, de todas las bandas -lo que me cuestioné en algún momento-.

Diablitos de la Guardia, con Lucas García (voz, armónica y pandereta), Franco “Viro” Ávalos (bajo), Cristian Velázquez (batería), Gastón Aquino y Javier Delssin (guitarras) se presentaban otra vez en vivo y volvían reloaded. “Nos preparamos para hacer algo que a la gente le llame la atención”, me contaba Lucas. ¡Y vaya que lo hicieron!

Pero observar una banda sólida, con buen sonido y personalidad haciendo covers, me dejan con ganas de preguntarle: ¿Cuándo escucharemos temas propios de Diablitos? “Es la idea. Hacer algo propio, nuestro. Es muy difícil pero estamos en camino de eso. En algún momento va a surgir la oportunidad y seguramente lo estaremos difundiendo”, dice la voz de Diablitos. Ansias.

Desde Villa Ocampo, Fulanos atraía más tosquenses al Club Social. Jorge “Guari” Coronel (voz), Emiliano “Pilo” Catalani (batería), Leo Favatier (primera guitarra y voz), Emanuel “Meme” Montiel (segunda guitarra) y el Negro Yacuzzi (bajo) tocaban temas conocidos y propios. En un momento invitaron a Gonzalo Saucedo en guitarra -amigo de Las Toscas- a tocar con ellos un par de temas. Pero la linda sorpresa fue el niño en el cajón peruano. Sin dudas se robó las miradas.

CHACO

Más tarde, el NEA copó el escenario. Promedio Cero y Surrebire hicieron bailar a los presentes. En especial los segundos, con un popurrí de temas hitteros que hicieron cantar a muchos. Y sus fans chaqueños dieron entrada con papelitos por los aires, globos y gritos.

Y si hablamos de aquellos contraculturales, Artesanos de la verdad, (grupo de hip hop de la comunidad Quom) from Rosario, rapeaban las contradicciones de esta sociedad, de las etiquetas, de ellos mismos –Tobas- haciendo hip hop. Sus vidas, sus miserias, sus cuestionamientos. Su realidad. Tres pibes sobre el escenario de Las Toscas Rock nos cacheteaban para no olvidar.

CABEZONES

Y al fin el momento deseado. El preciso instante que esperaba. Cabezones (Santa Fe) se preparaba para encantar el escenario. Para encantarme a mí también. César Andino, poderoso como siempre, subía lento al escenario mientras Eugenio Jauchen hacía sonar su guitarra, Damián Gómez marcaba el ritmo furiosa y delicadamente en la bata y Marcelo Porta hipnotizaba en el bajo. Y desde abajo, tras las barreras y en el centro del campo de cemento, abría mis brazos y levantaba mi mirada sobre el escenario. La Cruz del Sur brillaba sobre ellos. Entonces cerré mis ojos y me dejé llevar, como un pasajero en extinción. Así nos recibían. Así los recibía.

Soda Stereo y una oda a Cerati tocó nuestros corazones con el excelente cover ‘Sueles dejarme solo’. Luego, César bajó las escaleras y nos cantó en la cara ‘Persiana Americana’. Y si dije que no poguearía me mentí como siempre, porque con ‘Plan B – Anhelo de Satisfacción’ (cover de Catupecu Machu) salté de punta a punta por todo el “sector pogo” y más.

Pero en un momento me detuve. Saliendo de mi euforia, y creyéndome omnisciente, miré a mí alrededor, como si fuese el ojo de una cámara lenta. En el sector de atrás, todos miraban el show. Frente al escenario, algunos se amuchaban contra las barreras. Y en el medio, a mi lado, el pogo bailante. En cueros y remeras negras, unos cuantos pibes saltaban y cantaban con locura. Junto a ellos, yo también. Y ninguna otra chica más. ¡¿Pero por qué?! ¿Quién no tiene ganas de bailar? ¿De desprenderse el furor? ¿Acaso no se animan? ¿O no les nace? ¿O se quedan con las ganas? En ese instante reflexivo miro a mis espaldas. No era la única. Unos pelos largos se enredaban poguenado en el Club Social, en mi ciudad-pueblo. Era mi hermana. Yo, orgullosa.

Con el corte de su último disco Nace (2010) Eugenio bajó al campo. Allí, acá, tan cerca y junto a nosotros rodeándolo, como un David, comenzó riffeando ‘Busca una señal’. Mientras César desde arriba nos cantaba nostálgicamente “No dejes que tus temores te agobien. Llena tu cuerpo de mí y jamás volverá”.

Y claro, no faltó quien grite “Glooobooo”. Y ahí todo se fue a la mierda. Entre desconocidos, nos cantábamos a gritos en la cara “Tírame otra vez, que estoy volando en un globo”. Hermoso viaje existencial. Recuerdos. Magia.

Para el cierre, ‘Lucha de gigantes’. Imposible no pintarse un lagrimón. En la última estrofa César bajaba las escaleras mientras los demás seguían tocando, hechizándonos. Quizás exagero. Quizás no. Desde principio a fin, para mí fue algo hermoso.

D-MENTE

Ya sin fuerzas al no cumplir mi promesa de no enloquecer –y mi hermana que olvidaba su misión enloqueciéndose conmigo- D-Mente (Buenos Aires) remataba la noche con su metal y groove rock. Algo increíble de ver. Su energía, su precisión, su locura. Se divertían juntos y nos divertían a nosotros. Rastas, espansores. Pantalones ajustados, agujereados. Bermuda negra y remera negra. Negro, mucho negro.

Andrés Giménez (guitarra y voz) no se quedó con las ganas y luego de la disolución de A.N.I.M.A.L. formó este bandón que nos dejó esquizofrénicos a todos junto a Lisardo Álvarez (guitarra), Seta Von Gravessen (bajo) y el joven Paulo Torres (batería). Las bases, poderosas, protagonistas, interrumpieron nuestra tranquilidad. En el ya furioso pogo -eran más de las 4 am- uno de los de remera negra comenzó a golpear al aire, boxeándolo, noqueándolo. Una imagen que fotografió mi cerebro. Sonaba D-Mente y así lo entendía.

Eran las 5 am. cuando volvía a mi casa. Los chicos de la organización aún seguían limpiando, desarmando, guardando. Sonrientes, felices. Tuve que acercarme a uno de ellos y felicitarlos. No sólo por la calidad de bandas que sonaron en aquel prepotente escenario, ni por el estupendo sonido, ni por la cerveza helada, perfecta. Sino por lo que siempre sucede y se palpa: el esfuerzo, las ganas, la buena onda y predisposición de todos y el sentimiento acogedor de estar entre amigos.

Las Toscas Rock no sólo es un festival de rock en el norte de la provincia, en una ciudad de 12 mil habitantes. Es también solidaridad y esfuerzo. Es mostrar que el rock es más que música. Es mostrarnos unidos. Es quitarnos las etiquetas.

Analí Macuglia