Palabras de la bronca

NACIONALES – NOTA DE OPINION – Pido, con vehemencia, permiso para ocupar este espacio de mi editorial para vomitar mi bronca e impotencia. Por Leonardo Abrahan.¿Desde qué lugar hablamos? ¿Porqué empujar con violencia la ignorancia derramada en palabras miserables?. ¿Porqué herir gratuitamente sin investigación de fondo, sin conocimiento de causa, con algunas líneas leídas, con algún comentario en el aire, con una reflexión cobarde y rencorosa?.

Estas palabras tienen nombre y apellido; me llamo Héctor Leonardo Abrahan, soy hermano orgulloso de Juan Omar Abrahan, caído como consecuencia de Malvinas en Puerto Deseado, tenía 21 años recién cumplidos. El con veinte años estaba destinado a cuidar cualquier desembarco o infiltración del enemigo en la ría de dicha localidad santacruceña; con esa edad estaba a cargo de 52 soldados, algunos con esa misma edad soñaban con trabajar en la radio o en la televisión para decir estupideces. ¡ Qué contraste!.

Juan Omar quiso ser militar, como lo fue San Martín no con la mentalidad cobarde de los dueños del golpe sangriento de 1976. Mi hermano era hijo de una envidiable ama de casa, que surcó la tierra, aró los campos, cosechó algodón, se encalló las manos desgranando maíz, embolsando naranjas; ejemplo de madre.

Su padre un obrero eterno, una conducta firme, trabajador incansable, voluntario solidario, herramienta para la comunidad en la que vive y vivió; cimiento de proyectos escolares, ideal de hombre de corazón perpetuo haciendo de su existencia un camino de grandeza y ejemplo para chicos y grandes.

Fue fruto dos padres ejemplares pero humildes, y la humildad la combatió con inteligencia, con voluntad, con bondad, con convicciones. De una casa obrera emergió un cadete que fue sexto entre miles, que fue condecorado por su estudio y conducta; que soñaba con un país ejemplar por el cual estaba dispuesto a ofrecer su vida si era necesario. No pudo concluir su estudio y tuvo su egreso repentino a causa del conflicto en el Atlántico Sur.

“Cumplir con el deber y entregar la vida defendiendo la patria”; en cuantos discursos se escucha esa constante frase que casi nadie la cumple. Omar, cumplió con su deber y se apagó su vida defendiendo la patria. ¿Dónde? En Puerto Deseado, como centinela de un posible desembarco o un ataque. Era latente que si los ingleses no podían controlar la situación en las islas atacaban el continente. Y su deceso, el 24 de mayo, se supone pero hasta el día de hoy continúa la duda de cómo fue el lamentable desenlace. Uno de sus compañeros, Roberto Bendini, que fuera Jefe del Ejército durante el gobierno de Néstor Kirchner, luego de estrechar mi mano emocionado y felicitarme por la conducta y el desempeño de mi hermano, me dijo “que lo de Omar nunca se va a saber”, no descartando que pudo haber infiltraciones enemigas. No interesa. Algún día se sabrá o no se sabrá nunca. La única lamentable realidad que mi hermano hace 29 años que no lo tenemos por haber cumplido con su deber y no por irse de vacaciones, como algunos ignorantes lo suponen.

Mi familia siempre caminó por el camino de la verdad, la justicia, el esfuerzo, sin pedidos, ni recompensas. Mi familia recibe legítimamente una remuneración por la sangre de su hijo, existe un boletín legal, una hoja oficial, nadie cambió ninguna coma para adquirir dicho “beneficio”, nunca interesó, ni nos va a interesar. Lo que si interesa y por lo que vamos a luchar hasta con el último aliento de nuestras vidas es en reconocer su vida, su espíritu y su muerte. Defendiéndolo contra voces nefastas que nos producen bronca, impotencia y dolor, principalmente dolor…

Espero no volver a escribir nunca esta carta que me desgarra y me hiere; pero estoy convencido que lo volvería hacer una y mil veces mientras se levanten voces viles de contenido macilento, con gusto a poco, con sabor cobarde.