Villa Ocampo celebró su fiesta patronal

DÍA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN – Como todos los años, el pasado 8 de diciembre, Villa Ocampo vivió con júbilo su fiesta patronal, en honor a la Inmaculada Concepción. Una multitudinaria procesión acompañó la imagen de la Virgen María, desde el acceso de la ciudad hasta el Ateneo Parroquial, donde se celebró la Santa Misa.En su homilía, el cura párroco de nuestra ciudad, Miguel Zorzón, calificó a María como “un modelo para todos los cristianos, para todos aquellos que queremos vivir el Evangelio, que queremos vivir nuestra fe. María se destaca por su profunda confianza en Dios, ella está dispuesta a hacer su voluntad, y así lo hará a lo largo de toda su vida; su fe será su confianza en Dios, será la que va distinguiendo su vida”.

“Eso es lo que tenemos que ver y profundizar en nuestras propias vidas, Dios nos ha regalado en don de la fe, creemos en Él, creemos en Jesús; estamos aquí porque nos sentimos convocados por este espíritu de Dios. Tiene que impregnar toda nuestra vida, nuestro corazón, nuestra mente, nuestra inteligencia, nuestra manera de pensar, de sentir; por lo tanto, nuestra manera de vivir”, agregó.

Luego, reflexionó: “Cuán lejos estamos de lo que Jesús nos enseña, a veces nos creemos con mucha fe, y sin embargo, en las cosas cotidianas, no siempre lo que pensamos tiene que ver con Jesús, no siempre lo que queremos o lo que hacemos tiene que ver con lo que Dios quiere de nuestra vida; por eso, esta necesidad de la conversión, de dejarnos transformar por el Señor. Esta conversión que implica toda nuestra vida, nuestra relación con Dios, que tiene que ser lo más importante, porque en las cosas de todos los días, Él es el más importante”.

“Nosotros sabemos que la conversión empieza por cada uno de nosotros; pero si empieza realmente en nuestro corazón, vamos a ir transformando nuestras familias, nuestra comunidad, nuestra Iglesia, nuestra sociedad. Cuántos dramas, cuántos desencuentros, cuántas peleas, cuántos resentimientos en aquellos que nos decimos cristianos, cuánto nos cuesta perdonar, ser humildes, reconocer nuestros errores, cuán orgullosos y cuán soberbios somos en la vida cotidiana; si no empezamos la conversión en esas cosas bien pequeñas, de todos los días, en el saber escuchar, dejar que nos corrijan, aprender a pedir perdón, a aceptar que nos equivocamos, qué difícil es después la convivencia en nuestras comunidades, aún dentro de nuestra Iglesia”, dijo el sacerdote.