NACIONALES – NOTA DE OPINION – La gloria de la victoria para subir al más alto peldaño, que las coronara como las mejores del Mundo. Estamos hablando de la Selección Nacional de Hockey Femenino. Por Leonardo Abrahan.El grito de campeón sacudió Rosario, abanderados los rostros acariciando un triunfo eterno. La gloria de la victoria para subir al más alto peldaño, que las coronara como las mejores del Mundo. La Selección Nacional de Hockey Femenino, con el 3 a 1 ante Holanda, obtuvo la copa soñada, pero el mensaje para los hinchas del deporte y la sociedad va más allá de una medalla de oro.
Un equipo por sobre todas las cosas: solidario, trabajador, técnico, inteligente, valiente, enérgico, comprometido… Condimentos que enorgullecen a los millones que fueron testigos presentes o distantes de un ejemplo para imitar como sociedad toda. En el sintético rosarino con tribunas repletas de gente apasionada conquistada por la belleza y la habilidad de esas “Leonas”, que representaron de la mejor manera para dibujar una sonrisa a la bella Argentina.
Con un equilibrio en todas las líneas con la fusión inolvidable de la generación reciente con las históricas más el condimento especial de contar con la mejor jugadora del planeta: Luciana Aymar, sobresaliente en su juego y en su conducta; prestando su herramienta innata de su envidiable habilidad a favor de un conjunto que no desentonó en nada: la vaya menos vencida, la solidez defensiva, la contundencia en los cortos de Nely Barrionuevo… Todo sumó a favor para delirio del público que desbordó Rosario recibiendo fanáticos desde todas las provincias… Había que resumir las distancias para alentar a esta selección que perfuma encanto y alegría.
Nada es casualidad y recorrer la historia de éste seleccionado aclara el presente merecido y soñado. Mar del Plata 1995 recibía los Juegos Panamericanos; fue un empuje importante para varios deportes amateur, para reconocer a deportistas que merecían una vidriera nacional como la genial patinadora Nora Vega, multicampeona en su disciplina; distinguida con la inolvidable oportunidad de encender el pebetero.
El básquet conquistó la medalla de oro de la mano de Marcelo Milanesio, pero el podio de aquel equipo fue el primer vestigio de la generación dorada, que unos años más adelante llegaría a lo más alto con el subcampeonato del mundo y la medalla de oro liderados por Emanuel Ginóbili. El voley se desparramó por todo el país abriendo las puertas a una liga fuerte, con un nivel importante: tenía como abanderado a Marcos Milinkovic. Y a la derecha del corredor que finalizaba en el estadio de fútbol, asomaba radiante la cancha de Hockey, continuamente regada… Allí empezó el principio de ésta realidad…
Con entradas agotadas en algunos deportes como la natación: el hockey femenino era un lindo espectáculo al aire libre y sin la exigencia de pelearse por un lugar; el sol radiante, el juego sólido, el triunfo emergía desde la contundencia en un final anunciado. Karina Masotta, era una malabarista con el taco parecía que nadie la iba a igualar: nunca pensamos que unos años más aparecería Luciana Aymar, para seguir en el trono del mundo; el despliegue y la voz de mando de Gabriela Sánchez, con la cinta de capitán y los goles de la inquebrantable Vanina Oneto. Un recuerdo perpetuo de haber sido testigo presencial de una selección que quedará en los libros del deporte argentino.
Con la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 emulando a los Pumas quedó su sello a fuego “nosotros somos las Leonas”, había dicho la goleadora Oneta en una entrevista, hoy emocionada como periodista entrevistando con lágrimas a las que fueron sus compañeras. Comenzaron con un esplendor internacional que atravesó fronteras, que les dio prestigio, que supieron construir en base al trabajo y a la unión que muestran dentro y fuera de la cancha.