VILLA OCAMPO – En las instalaciones del complejo Arno de la ciudad de Villa Occampo, se realizó el acto conmemorativo al 9 de julio. En el mismo, el discurso oficial estuvo a cargo del Concejal Bernardo Villalba.A continuación el discurso completo del Concejal Bernardo Villalba, del FPCyS de Villa Ocampo:
«Autoridades presentes, directivos, docentes, alumnos, vecinos ocampenses:
Conmemoramos hoy un hecho histórico fundamental para nuestra vida como país y como Nación. Se cumplen 194 años de la Declaración de la Independencia por el Congreso de Tucumán, cuando hombres decididos y convencidos dieron el paso decisivo en el camino inconcluso abierto el 25 de mayo de 1810.
La Declaración de la Independencia de la corona española y “de toda otra dominación extranjera” significó la expresión de una idea y de un sentimiento madurados en un proceso arduo y doloroso que, lejos de concluir, esbozaba apenas en un grito el azaroso y complejo camino de la consolidación del sentido independentista y de la construcción de un proyecto conjunto con los países libres de la América del Sud. Aquel sueño latinoamericano fue estimulado desde la convicción, firmeza y exigencia del General José de San Martín que diseñaba su “plan continental” para que la América india quede libre de invasores desde el sur del Río Bravo hasta el extremo más austral del continente. Debemos entonces analizar este acontecimiento central de nuestra historia desde una perspectiva amplia, abarcativa, alejada de la anécdota ,de lo circunstancial o casual, como una consecuencia que a la vez se constituyó en causa, en fundamento, en el prólogo de una historia que nos mostraría como abanderados de la idea de la independencia y de la acción en el campo de batalla.
En este año en que celebramos orgullosos y jubilosos el Bicentenario de la Revolución de Mayo debemos también permitirnos reflexionar sobre el valor profundo de estos hechos que fueron caracterizando nuestra historia como país. Pensar qué significa y qué alcance tiene hoy el concepto de Independencia, cómo vivimos y cómo asumimos como ciudadanos, como trabajadores, como país, como Nación, aquel legado del 9 de julio de 1816.
En tal sentido deberíamos considerar si en verdad hemos sido capaces los argentinos de construir una Nación. Si consideramos que la Nación es un conjunto de valores, cultura, costumbres, idioma con unidad de origen y objetivos compartidos , podemos concluir que seguramente no pudimos construir y concretar en estos 200 años un proyecto que nos una, nos anime, nos impulse, nos identifique, más allá de las naturales y necesarias diferencias propias de una sociedad policlasista y pluriétnica. Pero también, a la par de las falencias, de los errores, de las frustraciones recurrentes, del desencanto, existen formidables expresiones individuales y colectivas que nos distinguen y nos prestigian como pueblo y demuestran la capacidad de alcanzar objetivos trascendentes en los distintos campos de la actividad humana.
Estos ejemplos, estas manifestaciones, no pueden ser, no son casuales. Revelan, más allá de la improvisación y la incapacidad de acordar acciones planificadas y duraderas en el tiempo, la voluntad, el genio, el talento, el compromiso, el sentimiento por lo que se realiza y por aquellos a quienes pueden representar esos logros. Por eso los argentinos oscilamos permanentemente entre nuestra cruel subestimación, en una especie de autoflagelación individual y colectiva, nuestra indiferencia cómplice y cómoda, nuestra rebeldía en las palabras y nuestra mansa resignación en los hechos, con enormes expresiones de orgullo nacional que nos permiten rápidamente considerarnos superiores, privilegiados, autosuficientes y exitosos, apropiándonos colectivamente de logros circunstanciales e ignorando y hasta descalificando los fracasos de los que nos sentimos invariablemente ajenos.
Sin embargo, más allá de esta ciclotimia que nos hace hablar de los argentinos en tercera persona o decir y sentirnos la representación de la Patria misma , podemos buscar en nombres propios una simbología que nos permita construir ese sentido de identidad. Tal vez de eso se trate: de definir una identidad a partir de aquellos nombres propios que idolatramos, admiramos, respetamos y hasta cuestionamos .
Y los nombres ciertamente transmiten convicciones, ideas y sentimientos y permiten hilvanar la trama aparente de la historia tras la cual se aprecian los componentes de una realidad que cambia pero a la vez, sustancialmente, permanece. Busquemos pues los nombres de Moreno, de Belgrano, de Castelli entre aquellos hombres de Mayo que sembraron la idea de Libertad; San Martín, enarbolando el sueño de la Independencia latinoamericana, Rosas defendiendo la Soberanía nacional, a un irlandés como Guillermo Brown que hizo suya la misma causa soberana, a Martín Miguel de Gûemes defendiendo con sus gauchos las fronteras de la Patria; los caudillos federales como Estanislao López y Facundo Quiroga luchando por los derechos del interior profundo, Juan Bautista Alberdi y la Generación del 37 aportando a la Organización nacional, Bartolomé Mitre, Nicolás Avellaneda y Domingo F. Sarmiento con sus “presidencias históricas” que perfilaron un proyecto de país progresista en el marco de la Constitución Nacional, los militantes de la Unión Cívica con Leandro Alem a la cabeza, que enfrentaron al Régimen y al fraude y lucharon por la “causa de los desposeídos”; Hipólito Irigoyen con el sufragio universal, la “Reparación”, la institucionalidad republicana; Juan B. Justo, fundador del socialismo y Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América; Lisandro de la Torre enfrentando a los monopolios, los negociados y la corrupción con ética inquebrantable; Juan Domingo Perón con la Justicia Social sumando a las masas populares a los derechos sociales y políticos; Arturo Frondizi con su visión de estadista audaz y esclarecido; Arturo Illia, ejemplo de ética republicana, con su impulso extraordinario a la educación pública y a la ciencia; Raúl Alfonsín, prócer de la recuperación democrática con los valores de la paz, la vida y la libertad, que dejó atrás para siempre el autoritarismo, la represión, la tortura y la muerte, con un coraje cívico ejemplar para los tiempos; el fiscal Julio César Strassera diciendo “Nunca Más” en un Juicio histórico que castigó a los dictadores y dignificó ante el mundo la democracia recuperada.
Encontremos también otros nombres que pasean por las páginas de tantos libros leídos en la escuela o mencionados en cronologías y efemérides, aquellos que transmitieron sus ideas, que contaron o construyeron historias donde mirarnos y reflejarnos: Esteban Echeverría mostrando la Pampa y el indio, como paisaje nacional, Domingo F. Sarmiento con su pluma poderosa analizando nuestra idiosincrasia, José Hernández con la obra cumbre de nuestra literatura ,el “Martín Fierro”, Julio Cortazar, un argentino en el destierro, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Ernesto Sabato, ejemplo casi centenario de talento creativo y compromiso ético y cívico; historiadores con honestidad intelectual como José María Rosa y Félix Luna; exponentes del pensamiento nacional como Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y Leopoldo Marechal; otros nombres que celebramos y disfrutamos desde distintas expresiones del arte: Alberto Ginastera, Carlos Gardel, todavía nuestro “zorzal criollo”, Atahualpa Yupanqui, contando y cantando el saber popular, Astor Piazzola con su talento único, nacional y universal a la vez, Mercedes Sosa, la voz latinoamericana de la integración y de la libertad, Julio Bocca y su talento inigualable, Les Luthiers con su humor inteligente y brillante, el mismo de la entrañable Mafalda de Quino; las pinturas de Berni, Quinquela Martín y Pérez Cellis, el histrionismo de Luis Sandrini y Niní Marsall, el talento de Alfredo Alcón, Norma Aleandro y Ricardo Darín, la capacidad y el coraje de Gálvez y Fangio, la conducta de De Vicenzo, el espíritu combativo de Vilas, el imbatible Carlos Monzón y el “intocable” Nicolino Locche, el talento mágico e irrepetible de Diego Maradona.
También somos y encontramos los nombres del conocimiento, de la investigación, de la disciplina como Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir, César Milstein, René Favaloro, científico notable y hombre ejemplar , Esteban Maradona, el “otro” Maradona, el médico rural que prefirió a los pobres; nombres que predicaron y transmitieron paz como Carlos Saavedra Lamas y Adolfo Pérez Esquivel, maestros y profesores como Rosario Vera Peñaloza y José Manuel Estrada; mujeres con convicciones y compromiso cívico y social como Eva Perón y Alicia Moreau de Justo y las “Madres” de la Plaza que desafiaron la dictadura buscando justicia.
Son nombres argentinos, apenas algunos, nuestros, significativos. Ellos pueden resumir lo que somos y lo que podemos ser, cuando se aúnan la capacidad, la inteligencia, la voluntad y la decisión. Una demostración contundente de lo que podemos construir como nación desde esa identidad cultural y social, desde esas realizaciones individuales y colectivas paradigmáticas. Son resultado también de una sociedad democrática donde se puede alentar y ejercer en plenitud el talento, la creatividad, la imaginación, la capacidad de asociarse, la decisión de superarse y progresar.
Faltan otros nombres propios y millones de seres anónimos que llenaron las plazas del país reclamando justicia, dignidad, trabajo: los desocupados, los sin techo, los sin tierra, los militantes sociales y políticos, el pueblo, en fin .reclamando lo que le corresponde y merece. Queda, en verdad, asumir la triste y dramática importancia que tuvieron otros nombres en nuestra historia como consecuencia de nuestros silencios, de nuestra indiferencia, esa que se pareció demasiado a complicidad.
Es momento, en este período que nos llevará, el 9 de julio de 2016, a celebrar el Bicentenario de nuestra vida independiente, de recuperar el orgullo y el sentimiento patriótico, de reivindicar con pasión nuestras realizaciones, construir desde la convicción de nuestras potencialidades una sociedad integrada, armónica, participativa, solidaria, justa, donde los valores democráticos se ejerciten y profundicen como parte de una cultura de vida que también sintamos genuinamente nuestra.
Tenemos que revalorizar profundamente dos valores básicos de nuestra forma de vida que forman parte central de nuestra identidad como pueblo: la paz y la libertad. Vemos a nuestro alrededor y en gran parte del mundo la existencia de conflictos étnicos, sociales, religiosos, políticos, que se resuelven con la violencia como método.
Afortunadamente los argentinos elegimos el diálogo, el respeto, la tolerancia, la convivencia armónica, como el escenario natural para dirimir nuestras diferencias y encontrar el camino que nos permita alcanzar las soluciones a los problemas coyunturales y estructurales. Este rasgo de identidad colectiva debe permitir que exista un proceso de construcción donde se articule con firmeza lo público con lo privado, donde el Estado planifique, oriente y ejecute políticas que beneficien al conjunto, fundamentalmente a los sectores más débiles y postergados, estableciendo criterios progresistas en la metodología, en los objetivos y en la acción.
Debemos, al decir de Borges, “ser dignos del antiguo juramento que prestaron aquellos caballeros de ser lo que serían por el hecho de haber jurado en esa vieja casa”. Es en libertad y con el pleno ejercicio de las instituciones de la democracia que podremos diseñar y concretar un proyecto de país del que nos sintamos parte activa.
Esta es la Argentina, esta es nuestra Patria. Y cada vez que nos pregunten o nos preguntemos qué es la Patria, dónde está la Patria, respondamos con los sencillos y profundos versos de Julia Pritluzky Farny:
“Allí donde partir es imposible,
donde permanecer es necesario,
donde el barro es más fuerte que el deseo
de seguir caminando,
donde las manos caen bruscamente
y estar arrodillados es el descenso,
donde se mira el cielo con soberbia
desesperada y áspera,
donde nunca se está del todo solo,
donde cualquier umbral es la morada.
Donde se quiera amar. Y dar un hijo.
Y se quiere morir, está la Patria.
Muchas gracias y ¡Feliz día de la Patria para todos…!!! »
Bernardo René Villalba – Concejal