HOMENAJE – NOTA DE OINION – El barco zarpó y se perdió en el horizonte, los sollozos golpearon como ecos en cada sector de la embarcación. Levantó la mirada, y trató de divisar su nueva vida detrás del azul de mar. Por Leonardo Abrahan.En ella invito a pensar en tantas historias; en ella quiero homenajear a tantos que cruzaron el océano soñando con trabajo, dignidad y crecimiento; en ella quiero abrazar a tantos que perdieron esos abrazos de padres, besos de madres, caricias de novias, besos de hijos… El desarraigo del corazón empuja lágrimas que se disparan en el tiempo, uno se sumerge en aquellos años de triste despedida con gusto a eterna… Jóvenes con el brazo firme, la temple alta, el estímulo descansando en el horizonte de una tierra lejana e inédita. Disparo un beso para que se sumerja en el cielo y encuentre la mejilla de mi querido y añorado abuelo.
Joven de vista firme, rasgos sinceros; bajó la colina de aquella aldea perdida en el cielo de Siria, en las alturas de Trez. Su abrazo fue eterno entre sus padres y sus hermanos, previendo que sería el último, el más largo, el más triste… Besó a su mujer apasionadamente como exige la sangre, acarició el vientre de cristal donde florecería con el tiempo una hermosa niña, una dulce adolescente, una valiente mujer… El barco zarpó y se perdió en el horizonte, los sollozos golpearon como ecos en cada sector de la embarcación. Levantó la mirada, y trató de divisar su nueva vida detrás del azul de mar.
Desde que pisó esta hermosa tierra, se hizo de esfuerzo, desplegó los hombros, su mirada firme y profunda fue el faro que iluminó el andar cotidiano; había que caminar sin idioma, había que trabajar sin cultura, había que sobrevivir viviendo. Entre la inmensa distancia, la soledad y el dolor en el jardín del nuevo mundo lo iluminó la flor de su vida: Leli, linda, cariñosa y angelical. El amor emergió de los poros, cabalgó por todos los caminos, se abrieron todas las puertas del paraíso: de la flor crecieron ocho pimpollos. Aquel iluso sirio llegó a cumplir el sueño de la familia Argentina.
Esmero, firmeza, trabajo, sacrificio, distintas características que fortaleció la raíz de aquella semilla que sembró con deseo cuando bajó del barco que lo trajo al granero del mundo.
Los años pasaron, la familia fue creciendo, herido por no haber podido volver a su tierra por distintos motivos: lloraba en la noche por aquella hijita que quedó detrás del atlántico. Un pimpollo más. Aquella hija llegó a su encuentro después de mucho tiempo en una búsqueda novelesca con su mujer, casa por casa en la inmensa Brasil. El milagro se hizo carne: Yadi, (su más fiel retrato) lo abrazó furiosamente resumiendo todos los años perdidos. No la vio nacer, no la vio crecer, no se iba a separar nunca más a su muerte. Los ocho pimpollos, fueron nueve.
Bañado por tantos hijos, con el corazón desgastado por la vejes y por la muerte repentina de uno de sus queridos nietos a la misma edad en la que el arribo a esta patria grande, Jorge cerró sus ojos sin poder volver a su lugar de nacimiento, su cuenta pendiente…
Casi noventa años después, aquella aldea encierra los mismos sueños, la ventana formada por ladrillos enfoca el mismo cielo, la gente vestida en canas y misterios conservan los recuerdos. La aldea es la misma, allá perdida en la montaña. Allí bajó un joven Jorge Abrahan para nunca más regresar, pero el recorrido de vuelta lo hizo su hijo Omar Abrahan para que el llanto de emoción pintara por unos días el paisaje del inolvidable encuentro. Con su hermosa mirada juvenil encerrada en sus 103 añitos Tamine, envuelve en un abrazo perpetuo a su sobrino cerrando los ojos y pensando que está abrazando a su querido hermano. Como lo esperó desde que tenía 20 años, como lo soñó en tantas noches, como lo imaginó y gracias a la bendición divina de Dios, lo pudo concretar en el cuerpo de un sobrino, en el cariño inconfundible de la misma sangre. Hay momentos que valen la pena, este viaje y éste momento valió la pena. Nadie borrará aquella imagen de una hermana de 103 años besando la foto de su querido hermano, que hoy tendría 105, casi 90 años después… Sin dudas, valió la pena…
Leonardo Abrahan