Saber separar la paja del ojo ajeno

NACIONALES – NOTA DE OPINION – A nuestro país, a lo que tiene de valioso nuestro querido país, lo hicieron y lo siguen haciendo los laboriosos, los decentes, los que siguieron y siguen la trayectoria de los fundadores, que practicaron la moral del trabajo desde los días iniciales de nuestra nacionalidad. Por José Luis Ibaldi.En las últimas semanas venimos soportando una verdadera avalancha de noticias acerca de la existencia de corrupción de considerable magnitud en torno a funcionarios del Gobierno, que producen daños en la imagen de nuestro país hacia el exterior, a la vez que debilitan la fibra moral de la ciudadanía en general…

Una de esas deshonestidades es el supuesto pedido de coimas a empresas agroindustriales para poder colocar sus productos en Venezuela, con complicidades que podrían dejar muy mal parados tanto a quienes pedían como a quienes accedían a tales solicitudes.

Bien está, por lo tanto, que los hechos denunciados se investiguen sin presiones del más alto nivel –como ya viene ocurriendo-, se esclarezcan y, en su caso, se aplique el condigno castigo. Así lo exige el interés público comprometido en estos deplorables asuntos.

Como no se puede ni se debe negar la realidad, hay que reconocer que desde siempre conviven en todos los estratos de nuestra sociedad elementos que preocupan demasiado por la pulcritud de su conducta. Sin embargo, desde hace un buen tiempo a esta parte se hace caso omiso a toda moralidad en el manejo de la cosa pública y el ciudadano asiste, azorado, a una suerte de vale todo: desde aviones del Estado utilizados por la hija de la presidente de la Nación para asistir a cumpleaños… la malversación de los números del INDEC… fondos manejados discrecionalmente para pagar a las barras bravas ciertos “trabajitos” de aprietes e intimidaciones… y la lista sigue…

En síntesis, ciertos funcionarios públicos que responden al poder central, practican, quizá sin haber leído el inmortal poema de José Hernández, la moral del viejo Vizcacha, que perdura en nuestras costumbres con el grandioso nombre de “viveza criolla”, que no es otra cosa –lo decíamos hace un par de domingos atrás- que una mezcla de astucia y de falta de escrúpulos.

Los actos de corrupción y las actitudes inmorales del Gobierno nacional, si bien afecta la imagen del país, también induce a pensar que compartimos la injusta creencia de que somos gente de un bajo perfil moral, algo así como un montón de sinvergüenzas o “una manga de ladrones, del primero hasta el último”, como se atrevió a decir el ex presidente uruguayo Jorge Battlle en el año 2002.

Los ciudadanos de a pié no somos eso y por eso es que debemos exigir separar la paja del trigo. Hombres y mujeres de todas las edades, de todos los sectores y de los más diversos lugares del país acuden a su trabajo, cuidan sus hijos y se ganan el pan con su esfuerzo honrado.

Los millones de toneladas de granos y de carne; las obras de infraestructura; los invalorables servicios de la medicina, del magisterio o de la religión; los creadores, los artistas, el pensamiento de los filósofos y las glorias literarias que honran al país, no son obra de vagabundos, de gente sin carácter, de oportunistas, de tramposos ni de corruptos.

Hay que rechazar con fuerza la idea insidiosa de que somos culpables de todo lo malo que ocurre. No es cierto que el que trabaja honradamente sea un tonto que frustra su vida.

A nuestro país, a lo que tiene de valioso nuestro querido país, lo hicieron y lo siguen haciendo los laboriosos, los decentes, los que siguieron y siguen la trayectoria de los fundadores, que practicaron la moral del trabajo desde los días iniciales de nuestra nacionalidad. Esto es lo que vale y debe potenciarse entre nosotros para que ninguno se confunda y termine creyendo que somos un país de ladrones, cuando la verdad es que somos un país de robados.

Por José Luis Ibaldi – Periodista y Miembro de Conciencia Interior

Fuente: conciencia interior