La Segunda Edad

ETAPAS DE LA VIDA – Si me retraso, empiecen la crisis sin mí. Si la conflictiva adolescencia y la desvalida vejez son tema de incontables libros, tratados, simposios, cátedras y terapias, no sucede lo mismo con la segunda edad.Las personas de la segunda edad, somos consideradas “adultos”, “maduros” y esto significa para la sociedad que estamos en condiciones de y debemos poder atender las necesidades y reclamos de nuestros hijos y de nuestros padres, las exigencias del trabajo, hacernos cargo de resolver cuanto problema pase cerca nuestro y proveer a la tranquilidad y equilibrio de cuantos nos rodean.

Vivimos como tironeados por muchos cables. Somos la columna vertebral de una estructura que sobrellevamos como una mochila demasiado pesada y que no nos abandona ni aún en los momentos en que tenemos la necesidad del descanso y del contacto con nuestro propio yo.

Sin embargo nos sentimos con fuerzas y deseos de vivir muchas cosas lindas, aunque no siempre tenemos el tiempo y el espacio para dedicarnos a nosotros.

Nos cuestionamos si todavía habrá vida después de la juventud. Y podemos tener la sensación que ya nos han pasado los mejores años lindos y que tan solo nos queda empezar a deslizarnos hacia la vejez.

Nuestra percepción del tiempo oscila entre la esperanza que aún disponemos de mucho tiempo y la tristeza que este se nos acaba.

Vivimos acechados por emergentes que nos exigen una atención inmediata, sin dejarnos tiempo para recuperar el placer de la aventura personal e inédita de la vida vivida plenamente.

Pendulamos entre la sensación que estamos en una etapa de vitalidad o que estamos entrando en el estancamiento como sensación de comienzo de la desaceleración.

Comenzamos a hacer un balance de los logros y fracasos y no siempre estamos satisfechos.

La imagen que nos fuimos construyendo, comienza a ser comparada con la realidad que vivimos y del balance que hacemos no siempre salimos con una sensación de bienestar.

Es el momento en que nos damos cuenta de la trampa en la que hemos caído: hemos conseguido aquello que deseábamos, pero no hemos conseguido lo que verdaderamente deseábamos. Es como si nos hubiéramos estancado en el trampolín de las posibilidades.

Nuestro ser parece estar más íntimamente ligado a las personas que nos conocen y a las circunstancias que vivimos, en lugar de estarlo a las propias elecciones.

Vivimos en un mundo de espejos, donde lo que logramos hacer es reflejar una imagen deseada por lo otros, en lugar de nuestra propia identidad.

También a veces el desgaste natural de una relación de pareja, que por las pequeñas desavenencias diarias o por la rutina ya no nos satisface, nos conduce hacía nuevas búsquedas, que nos reinstalen en las viejas pasiones.

Se nos aparecen nuevos miedos (a la vejez, a la enfermedad, a la soledad), revisamos viejas relaciones y antiguas situaciones, visitamos más al médico, comenzamos a tomar remedios y podemos comenzar a deprimirnos o a no reírnos tan a menudo. Tenemos un ego tan sólido como una casa en ruinas. La relación entre las proporciones de seguridad y peligro que sentimos, se tornan demasiado volubles y volátiles.

Queremos hacer un cambio importante y conectarnos con el placer y el volver a disfrutar de las cosas que nos hacen bien, porque las ceremonias y los rituales cotidianos terminaron por ocultar la espontaneidad y alegría de nuestros momentos de expansión y libertad.

Sin embargo las personas de la Segunda Edad tenemos derecho a más.

Necesitamos reunir los fragmentos desperdigados por la agitación cotidiana en los diferentes roles laborales y domésticos, en las convenciones y exigencias de la ajetreada vida diaria.

Todos tenemos dificultades para subir los peldaños del crecimiento interno, aunque seamos exitosos en superar los obstáculos externos.

Los de la segunda edad podemos recuperar la capacidad de contacto con el sí mismo, con el niño interior, recuperar la intimidad, la capacidad de sentirnos libres y disfrutar de esos placeres propios que hace tanto tiempo abandonamos en pos de prestar atención a las necesidades del otro.

Convertir el mundo en “tierra incógnita” y erigirnos en descubridores intrépidos, quitando las infinitas cáscaras-máscaras de la realidad, pudiendo maravillarnos de estar vivos, sentirnos capaces de dar el primer paso por un camino inédito o transitar la ruta habitual (que por conocida ya ni vemos) descubriendo en la geografía cotidiana algo nuevo cada día.

Ver al otro y a los otros como una caja de sorpresas y también a nosotros, de pronto imprevisibles, descubriéndonos rasgos y aptitudes que no sospechábamos poseer o que permanecían olvidadas en algún desván de nuestra mente.

Podemos aprender a reflexionar, a compartir y a construir nuestro «Cuarto Propio», ese espacio que es nuestro y en el cual nos sentimos más plenos.

Si desea disfrutar más su vida, si cree que es una maravillosa aventura que merece ser vivida plenamente, si acepta el desafío de re estrenar el mundo todos los días, si está dispuesto a descubrir nuevas oportunidades, entonces llegó su momento para dejar de escribir la historia biológica para comenzar a escribir su historia biográfica.

Fuente: www.enplenitud.com