PARA LA MUJER – Hojeando una revista, hecho que suelo realizar muy a menudo, encontré un artículo muy interesante. Por Analí Macuglia.Hablaba una mujer, recordando cómo fue tener que empezar a escribir en una revista femenina. Tendría que empezar a escribirles a las mujeres. “Se abrió ante mí un abismo desconocido: una página en blanco destinada a mujeres”.
Cuenta la misma que tuvo que realizar ciertos ejercicios, como comenzar a observar a las mujeres, todo el tiempo, como un detective. Buscar en medios, en publicidad, vestimenta, productos, todo lo que se cruzaba era para ella objeto de análisis. Y tuvo un shock –como ella lo describe-, ya que se dio cuenta que ya comenzado el nuevo milenio, las mujeres parecían estar años luz de aquella fantasía de emancipación feminista, pues para ella, y otras de su generación, los finales de los años setenta el feminismo era una confrontación sin sentido.
La guerra contra la “dominación masculina”, como la llama Pierre Bourdieu, había terminado, las mujeres habían ganado y obtenido las reivindicaciones que tanto habían reclamado.
Pero la “nueva” mujer que se anunciaba a fines del siglo XIX, en el XXI seguía atrapada como en Casa de Muñecas –obra de Ibsen- , incapaz de pegar el portazo de autoafirmación y libertad. Superado el antiguo estereotipo machista de muñeca “bebota”, surgía una nueva versión más aggiornada y con nombre propio: la Barbie. La mujer moderna, como ella, tenía que ser bella, joven, sexy, seductora y esquelética, y, en lo posible, profesional, ejecutiva y autosuficiente.
Mujeres tiranizadas por el imperio de la imagen, la obsesión del cuerpo, sometidas a dietas, bisturí, siliconas o botox, para ser atractivas y cumplir con las expectativas del varón real o el del imaginario cultural. Por algo en Argentina ostentamos el triste récord mundial de anorexia y bulimia, además del de cirugías plásticas, con la confirmación de medios.
Pero el panorama era aún más desolador. Aún bellas, flacas y sexys, profesionales o no, las mujeres y niñas del mundo eran violadas, acosadas sexualmente, explotadas en redes de prostitución, pedofilia y tráfico de drogas. Otras golpeadas y/o asesinadas, por familiares directos.
Mujeres enfermas psicológicamente, con ataques de pánico, consumidoras masivas de tranquilizantes y antidepresivos; cicas adolescentes que se automutilaban para calmar la locura, adictas al alcohol, las drogas, las compras. Mujeres que se morían, como moscas, de cánceres y tumores de todo tipo. Mujeres solas con hijos a cuestas, estafadas en su dinero y en su buena fe, golpeando puertas de los juzgados.
Sí. A pesar de los aires de liberación y de los derechos adquiridos, muchas mujeres seguían sometidas a distintas formas de miseria y esclavitud; en especial, la esclavitud del alma.
“Difícil escribir a las mujeres con este panorama, ¿no? Pero decidí lanzarme y navegar “mar adentro”, contra los modelos degradantes de la mujer, contra el consumismo y el racionalismo ateo, contra el relativismo y contra el dio “mercado”. Y frente a las amenazadoras olas de la cultura dominante, desplegamos el alma y echamos las redes.
Y recogimos mujeres maravillosas, sabias, inteligentes, tiernas, emprendedoras, madres, tías, hijas, abuelas, solidarias, creativas, profundas y espirituales. Nos contaron sus vidas ocultas y comprometidas con valores, nos regalaron testimonios.
Otras vinieron de otros medios, apoyando el proyecto editorial, y hoy nos acompañan. Y también en las redes vinieron varones, preocupados por la situación e las mujeres que nos escribieron, y hoy nos ayudan mes a mes a hacer la revista.
Esto es lo que me esperanza día a día, en momentos que siento impotencia por este sistema materialista que manipula a las mujeres como objetos de placer y consumo”, (Cristina Miguens).
Al leer estas líneas sentí un acompañamiento con esta mujer, pues en mis pensamientos, ideales, anhelos y utopías, aparecen estas palabras y estas tristezas tan ciertas. El querer cambiar, o aunque sea aportar una pequeña parte para ir cambiando, ésta era de la imagen y de lo mediático, donde la mujer es denigrada.
Pero como veo, hay muchas mujeres, y hombres también, que quieren de a poco ir modelando este trágico estereotipo. Por ello quise poner estas palabras de Cristina Miguens, para mostrar la realidad, y para saber que eso, con el tiempo, puede llegar a cambiar, como en principios del siglo XIX, cuando un grupo de mujeres se unieron, lucharon e iniciaron el “feminismo”, para lograr una igualdad merecida, y dejar de ser esclavas del machismo, dejar de ser esclavas.