Trastorno de ansiedad

PARA LA MUJER DE HOY – El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) es uno de los trastornos de ansiedad, junto con las fobias específicas (orientadas hacia un objeto determinado), la fobia social, el trastorno por estrés postraumático, la agorafobia, el trastorno de pánico o el trastorno obsesivo-compulsivo.Se caracteriza por un patrón de preocupación y ansiedad frecuente y persistente respecto de una variedad de eventos o actividades.

El TAG está probablemente causado por una combinación de factores biológicos y de circunstancias vitales. Muchas de las personas que la padecen también experimentan otros trastornos médicos, como depresión y/o pánico, (en el cual la persona cree que va a desmayarse, fallecer o sufrir algún otro percance fisiológico), que al parecer implican cambios en los procesos químicos cerebrales, en particular anomalías en los niveles de la serotonina.

Los síntomas psicológicos son: preocupación crónica y exagerada, agitación, sensación de ahogo o de asfixia, tensión e irritabilidad, aparentemente sin causa alguna, o más intensas de lo que sería razonable en esa situación en particular. Pensamientos negativos (inferioridad, incapacidad) y dificultad para la toma de decisiones. La gente que la padece también puede tener problemas de concentración y dificultades para conciliar el sueño (siendo el primero que se afecta en cualquier trastorno), con frecuencia suelen aparecer signos físicos, como temblores, dolor de cabeza, mareos, agitación, tensión muscular, dolores o molestias, molestias abdominales y sudoración.

En la actualidad se estima que un 20.6% o más de la población mundial sufre de algún trastorno de ansiedad, sin saberlo.

El trastorno es ligeramente más frecuente en mujeres que en varones cuando se estudian muestras de centros asistenciales (aproximadamente el 55-60% de los diagnósticos se efectúan en mujeres). En estudios epidemiológicos de población general la relación de sexos es de dos tercios a favor de las mujeres.

Existen varios tipos de tratamientos y terapias que tienen cierta efectividad para las personas que padecen de ansiedad y pánico. Entre ellos se incluyen:

– Fármacos ansiolíticos. (Siempre bajo la supervisión de un profesional cualificado – psiquiatra)

– Psicoterapia cognitivo-conductal: ésta debería ser dirigida por un psicólogo competente y experimentado. La terapia incluye técnicas de exposición graduada, confrontación y modificación de creencias negativas o incorrectas, modificación de pensamientos negativos, técnicas para entablar auto-charlas positivas, técnicas específicas para tratar con el pánico, etc.

– Reducción de estrés: puede incluir técnicas de relajación y respiración, mejor manejo del tiempo, ejercicio físico, yoga, caminar, etc.

MIEDO DE TENER MIEDO

Por Izabel Telles

Cada persona ve el miedo según sus vivencias, experiencias y perspectivas.

Innumerables veces, el cerebro humano (función de la mente) crea, archiva, fabrica imágenes u hologramas. Estas imágenes quedan almacenadas en un rincón del cerebro que los psiquiatras y neurobiólogos llaman amígalas que se encuentran dentro del cerebro.

Cuando somos expuestos a una amenaza, y esta amenaza puede ser hasta un teléfono que no suena por una respuesta que esperamos ansiosos, nuestro cerebro comienza a disparar las imágenes que estaban hasta entonces quietas y guardadas en su gigantesco archivo.

Vamos archivando estas imágenes por nuestras experiencias, por nuestra observación del medio en que vivimos, por los hechos e historias que escuchamos, por nuestra carga genética, por lo que vemos, imitamos y consecuentemente pensamos.

Estas imágenes cuando son accionadas pueden revelar estados de rechazos, abandono, dudas, en fin, emociones que traen al cuerpo físico sensaciones como falta de aire, sudor, temblores, taquicardia, una serie de incomodidades que, dependiendo del archivo de imágenes de la persona, pueden hasta traer miedos exagerados y pánico.

En cuanto eso se procesa, el cerebro suelta en el organismo una porción de hormonas, especialmente la adrenalina, preparando al cuerpo para huir de las sensaciones que estas imágenes provocan y que son tan reales como si fuesen vivas y estuviesen sucediendo aquí y ahora.

En este momento, la entrada de la conciencia y de la razón puede ser una forma de interrumpir este circuito devastador. Un rápido diálogo silencioso puede apartar las imágenes que surgen y tener de regreso el control y la calma. Traer la acción, por ejemplo, para su dimensión real. Decirse a sí mismo que, al final, el teléfono no sonó aún porque la persona que debería llamarnos aún no tuvo tiempo, ayudando este pensamiento positivo con la respiración, puede ser una fórmula rápida para conseguir apartar estas imágenes pesimistas restableciendo el ritmo y la calma a todo el organismo. Al constatar que estas imágenes fueron domadas, el cerebro pasa a fabricar nuevamente hormonales que regulan y relajan el cuerpo.

Concluyendo: los miedos pueden presentarse como leones hambrientos que saltan en nuestra dirección, pero que, anestesiados, caen al suelo en cuanto tenemos tiempo de huir y defendernos.

Esta anestesia puede conseguirse con una intervención consciente de que puede conversar serenamente con estas imágenes llenas de fuerza y furia, aplacando nuestra ansiedad y llevando las imágenes de vuelta hacia el gran archivo.

En verdad, para mi, estas imágenes no pueden ser borradas, pero pueden ser substituidas y minimizadas.

Eso porque no se puede interrumpir los estímulos y los acontecimientos que el mundo genera. Por lo tanto, tenemos que aprender a controlar nuestra fábrica de imágenes revertiendo los hologramas aterradores, asustadores y monstruosos que la mente puede crear, sustituyéndolos por pensamientos optimistas y positivos.

TESTIMONIO DE UNA PERSONA QUE LO PADECIÓ:

Despierto. Y el techo, blanco, nada. Tan nada como yo. Sentir me da miedo.

Es tan extraño tratar de comprender los pensamientos que pasan por mi cabeza.

Etapa de desconocimiento conmigo misma. Por momentos mi mirada se congela y nada pasa a mí alrededor. Todo se desvanece de a poco, alguien está borrando el pizarrón. Y es allí, cuando las palpitaciones se sienten, tratando de seguir un ritmo cada vez más potente.

Manos que sudan, se entremezclan rápidamente. Asfixia, falta de aire colapsando en ahogo; y miradas acusantes, prejuiciosas, terroríficas. Todo se encoje, todo se reduce. Es un encierro en las calles, una cárcel con ventanillas, una libertad sin salida. Por momentos atada con sogas del terror, con cables de la paranoia, con un chaleco de fuerza por miedo a todos.

Temblores que nacen, cuerpo que se contrae sin razón. Siento que pierdo todo el control, desquiciándome. No me gusta lo que tengo frente a mis ojos, en el espejo del baño.

Llantos sin control, desubicados en todo momento. Insatisfacción permanente, flotar al revés, caer en constante, y mi cabeza que no se detiene. Me abrazo, buscando llenar algo que no se. El sueño es difícil de alcanzar por las noches. Otra vez me encuentro danzando entre sábanas, que son todo lo contrario a seda, la obra más triste, más extraña, más inquieta, y más terrorífica de todas. Es estremecedor, es frustrante. Y el miedo, el miedo acecha constantemente a mí alrededor.