VILLA OCAMPO – NOTA DE OPINIÓN – Vivimos en la época de los grandes inventos. Conquistas estupendas del progreso que hace apenas ochenta años, al ser imaginadas, parecían tan solo absurdas fantasías imposibles de materializar. Hoy son realidades con las que estamos tan familiarizados, que han dejado casi de llamar nuestra atención. por Atilio Bruno.A quién causa hoy admiración la energía atómica, los viajes espaciales, la telefonía celular, la robótica, la cibernética y tantos otros inventos que antes de su conquista parecían fabulosos e inalcanzables?
De la misma manera llegarán otros cada vez más sorprendentes. Gracias a la televisión, hoy es posible contemplar en el cuadro de una pantalla, chata como una lámina, escenas que se desarrollan en ese mismo instante a millares de kilómetros de distancia y ni hablar de los celulares y computadoras que por su sofisticación, convierten en analfabetos a millones de seres humanos que hasta hace algunos años eran “super ilustrados&rdqrdquo;.
Lo que aún puede ocurrir
Es imposible predecir a qué extremos llegará el hombre en la conquista del progreso, pero puede afirmarse que es capaz de realizar en el futuro todo aquello que imagine, pues es fuerza admitir que las posibilidades de la inteligencia humana son infinitas. Solamente ante una incógnita se ha detenido impotente la inteligencia del hombre desde el origen del mundo sin avanzar un solo paso, y es la de la vida y la muerte. Por eso – al menos por ahora – ya trasciende los límites humanos y el secreto de esa incógnita pertenece a Dios.
De todas maneras
Conviene recordar que el progreso de la humanidad no se ha producido repentinamente, por conquistas instantáneas, sino siguiendo un largo y lento proceso, una evolución paulatina jalonada de tantos triunfos como fracasos y muchas veces más fracasos que triunfos, y no sin frecuentes y numerosas víctimas inmoladas en aras de la audacia o la inventiva que no son otra cosa que héroes del progreso. Su existencia está señalando, sin embargo, una virtud que prueba la esencia superior del hombre mismo y sin la cual nada se consigue ni se alcanza: “La constancia”.